“LOS
LÍMITES DEL KEYNESIANISMO”: MICHEL HUSSON
Enero 26, 2015.
Para ver los gráficos ir a esta fuente:
El estancamiento europeo parece dar la razón a
los “análisis keynesianos”. Su leitmotiv consiste en decir: la austeridad
genera recesión y deuda, por lo tanto es una política absurda. Sería mejor
relanzar la actividad económica mediante políticas monetarias y presupuestarias
más dinámicas e incrementar los salarios y/o la inversión pública. Esta forma
de presentarlo es un poco simple, pero constituye un resumen provisional del
núcleo duro del discurso que, para entendernos, llamaremos “keynesiano”.
La crítica que se puede hacer a este
discurso se basa en la siguiente dialéctica:
1. Las propuestas “keynesianas” son correctas
en parte;
2. Pero hacen abstracción de la lógica interna
del capitalismo y, por lo tanto,
3. Conducen a alternativas incoherentes, por
incompletas.
Los
modelos post-keynesianos
El diagnóstico “keynesiano” se basa sobre todo
en la utilización de los modelos llamados “flujos-stocks-consistentes”
(stock-flow consistent) elaborados por una escuela de economistas heterodoxos
que se definen fundamentalmente como “post-keynesianos”. Esos modelos combinan
los flujos (por ejemplo, el volumen de producción, las inversiones y la masa
salarial) con los stocks (por ejemplo, el capital fijo, la deuda, etc.). Son
interesantes porque, en relación a los modelos de equilibrio general
inadaptados al estudio de la dinámica capitalista, vuelven a conectar con la
macroeconomía abandonada desde hace tiempo por la economía dominante. En la
medida en que describen las interacciones entre el comportamiento de los
agentes (empresas, hogares) y sus patrimonios, son adecuados para el análisis
de la financiarización que ha caracterizado al capitalismo en su fase
neoliberal. Además, permiten distinguir las economías nacionales según estén
impulsadas por el beneficio (profit-led), por los salarios (wage-led) o,
incluso, por las exportaciones (export-led).
Estos modelos conducen en general a dos tipos
de resultados. El primero de ellos propone una explicación a la paradoja de la
acumulación, es decir, a la desconexión entre una tasa de beneficio que
aumenta y una tasa de acumulación que se estanca. Esta diferencia sería fruto
de la sangría ejercida por una finanza predadora. Reduciendo esta presión
financiera, se podría liberar la acumulación, relanzar la actividad económica y
el empleo. El segundo resultado consiste en mostrar que Europa está globalmente
impulsada por los salarios y que, por ello, un relanzamiento coordinado de la
demanda favorecería, también, el crecimiento y el empleo.
Estos modelos, que generan una literatura
académica compleja, no se basan en una comprensión real de la lógica del
beneficio y, por lo tanto, del capitalismo. Algo parecido a la fórmula de
Patrick Artus según la cual la salida de la crisis implicaría que el
capitalismo acepta funcionar con una tasa de beneficio menos elevada y que la
finanza privilegia las inversiones útiles. Lo que es al mismo tiempo cierto
pero incompatible con el fundamento mismo del capitalismo.
La proeza del capitalismo neoliberal
Se puede avanzar otra interpretación de la fase
neoliberal abierta con la inflexión neoliberal operada a principios de los años
1980. Ésta se apoya en un elemento básico, es decir la ralentización del
incremento de la productividad que se manifiesta en los países de la
"Triada" (Estados Unidos, Europa, Japón) desde la recesión de
mediados de los años 1970. Es un elemento fundamental que hace referencia a un
doble agotamiento: el de las innovaciones tecnológicas y el de la organización
taylorista del trabajo. Aún cuando resulta complicado interpretarla, se trata
de una tendencia objetiva y verificable.
La ralentización del incremento de la
productividad debería haber conducido a una caída de la tasa de beneficio, dado
que el incremento de la productividad constituye la base del dinamismo del
capitalismo: permite compensar el incremento del capital por cápita (la
composición técnica del capital) y distribuir poder de compra a los
asalariados, al mismo tiempo que garantiza la tasa de beneficio. Sin embargo,
la tasa de beneficio se restableció a partir de mediados de los años 1980.
Algunos economistas marxistas rechazan esta
constatación y buscan, por el contrario, poner de relieve una caída tendencial
de la tasa de beneficio como origen de la crisis. Pero es difícil contestar el
restablecimiento de la tasa de beneficio, al menos hasta principios de los años
2000.
La cuestión entonces es de saber cómo el
capitalismo ha podido lograr la proeza de restablecer la tasa de beneficio a
pesar de la ralentización del incremento de la productividad.
La respuesta a esta cuestión es fundamental,
porque permite comprender la lógica de conjunto del modelo neoliberal. El
primer elemento de esta respuesta tiene que ver con la reducción general de la
participación de los salarios en la renta nacional; dicho de otra manera, el
incremento de la tasa de explotación. Esta tendencia es más o menos universal y
está confirmada por instituciones como el FMI o la OCDE. Los salarios se
ralentizaron más rápido que el incremento de la productividad y la parte de los
beneficios en la rente nacional se incrementó.
Pero si, como es el caso, esta reducción de los
salarios permitió restablecer la tasa de beneficio, no era suficiente para
garantizar la dinámica del capitalismo. Porque el problema que se plantea a
continuación es el de la "realización" de ese beneficio: ¿quién va a
comprar las mercancías producidas por la clase asalariada cuyo poder de compra
avanza a una velocidad inferior que la del valor producido? Esta cuestión es
legítima, no presupone, desde ningún punto de vista, una lectura
"sub-consumista" de la crisis, y el capitalismo neoliberal debía
darle respuesta. Las tres principales que le dio fueron: la redistribución de
una parte de los beneficios a las capas sociales privilegiadas, el
endeudamiento de los hogares, y la extensión a los mercados en el resto del
mundo. Por ello, el capitalismo neoliberal está intrínsecamente asociado al
incremento de las desigualdades, al sobreendeudamiento y a los desequilibrios
comerciales.
En este esquema, la finanza no es predatoria
sino funcional: asegura la redistribución de la riqueza hacia el 1%; conserva,
e incluso estimula, el sobreendeudamiento, y facilita las transferencias
internacionales. De ese modo, la financiarización forma parte integrante del
modelo neoliberal: no es un elemento añadido del que uno se puede desembarazar
sin poner en cuestión su coherencia. De ahí que la crisis actual no se puede caracterizar
exclusivamente como crisis financiera.
Una lectura
"espectrográfica" de la crisis
Esta crisis es, por lo tanto, la
crisis del capitalismo neoliberal. Se puede analizarla
con un enfoque "espectrográfico" consistente en observar las
"curvas del capitalismo", es decir una serie de indicadores,
graduados para poder ser comparados, a partir de los cuales se puede construir
un indicador sintético que no es otra cosa que la media aritmética. Estos
indicadores figuran en el siguiente gráfico-1, en el que figura también una
estimación de la tasa de beneficio calculada en base a la "Triada" de
los viejos países capitalistas.
Grafico 1 Las curvas del capitalismo
entre 1960-2010: Las curvas que se toman en cuenta
son las siguientes: Bolsa (índice Dow Jones reducido por el precio
del PIB de EE UU), Consumo/salarios (ratio de consumo privado/salarios, EE
UU + UE a 15), Déficit EE UU (déficit corriente en % del PIB), Endeudamiento EE UU (tasa
de endeudamiento de los hogares en EE UU), Desigualdades
(parte del 1% de los más ricos en 8 grandes países), Globalización financiera (relación de los bienes exteriores
totales con el PIB mundial), Parte de los
beneficios (parte de los
beneficios en el valor añadido en 4 grandes países), Sobreconsumo EE UU : propensión a consumir en los
hogares de EE UU). Para el detalle de las fuentes, ver:
Michel Husson y Francisco Louça, "Capitalismo
tardío y neoliberalismo", sinpermiso n°12, 2013
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Este gráfico permite distinguir dos períodos.
Hasta principios de los años 1980, durante lo que se denominó los "treinta
gloriosos" o, incluso, "la época dorada" del capitalismo
"fordista", todas esas curvas eran planas o estaban orientadas a la
baja, de tal forma que el indicador sintético resultaba, él también, plano. A
partir de mediados de los años 1980, todas ellas y, por tanto, el indicador
sintético, se enderezaron y comenzaron a subir hasta la crisis, en la que se
esboza una inflexión.
Este balance permite realizar dos
constataciones. La primera, que el denominado período "fordista" se
caracterizó por un funcionamiento del capitalismo relativamente regulado, dado
que todos los indicadores tomados en cuenta eran estables. La repartición entre
salarios y beneficios fue más o menos constante, las desigualdades
tuvieron tendencia a retroceder y la finanza jugó un papel secundario.
La segunda, que durante la fase neoliberal,
todas las curvas subieron al mismo tiempo. No se trata de una coincidencia sino
una forma de ver la coherencia, por ejemplo, entre el incremento de la parte de
los beneficios en la renta nacional y el sobreendeudamiento de los hogares, o
entre la financiarización y el incremento de las desigualdades. Es cierto que
esta coherencia era inestable y, sobre todo, insostenible: no era posible que
todos los indicadores continuaran subiendo indefinidamente. Todos los
economistas que vieron venir la crisis, como Thomas Palley, Steve Keen o Paul
Jorion, basaban su pronóstico en uno u otro de los indicadores. La crisis
podría haber estallado en un punto o en otro de esta configuración neoliberal.
Por ello, el hecho de que se inició en la esfera financiera no implica que se
trate de una crisis financiera. Se trata de una crisis sistémica, del conjunto
de los dispositivos puestos en marcha para lograr restablecer la tasa de
beneficio, una crisis de las soluciones a la crisis.
Por otra parte, resulta chocante ver la fuerte
correlación entre la evolución de nuestro indicador sintético y el de la tasa
de beneficio.
Una vez más, lo que muchos análisis de la
crisis olvidan, sobre todo las lecturas keynesianas, es que el restablecimiento
de la tasa de beneficio se dio pese a la ralentización del incremento en la
productividad. Es lo que muestra el gráfico-2: la baja tendencial de la tasa de
beneficio a partir de los años 1960 en EEUU (algo más tarde, en Europa)
coincidió perfectamente con la evolución a la baja de los incrementos de
productividad. La inflexión que se produce a principios de los años 1980 se dio
a pesar de que el incremento de la productividad se estancó en torno al 2%
anual durante todo el período neoliberal. Por otra parte, el vínculo entre
ambas no se ha roto completamente: las grandes fluctuaciones de la tasa de
beneficio se corresponden estrechamente a las de los aumentos de productividad.
Grafico 2: Tasa de beneficio e
incremento de la productividad
Así pues, la crisis del capitalismo es
profunda: no cuenta con los incrementos de la productividad en los que basó su
dinamismo anterior, y la crisis actual hace que los substitutos que antaño le
permitieron restablecer la tasa de beneficio hayan entrado en crisis. Esta
contradicción no es soluble en una recuperación keynesiana.
¿Son realmente absurdas las políticas
europeas?
La respuesta a esta pregunta es, de entrada,
evidentemente positiva. En el período 2009-2012, los países de la zona euro que
más austeridad aplicaron conocieron el menor crecimiento y vieron
aumentar más su deuda (en % del PIB). Es lo que se puede ver en el gráfico-3:
en él hemos situado a los países según el grado de austeridad presupuestaria al
que han estado sometidos, medido en función de lo que los economistas llaman
"estímulo presupuestario". Se ve que aparecen dos correlaciones
estrechas -según el eje Grecia-Alemania- entre ese grado de austeridad
presupuestaria con, por una parte, un menor crecimiento (en la parte alta del
gráfico) y, por otra, un incremento del ratio de la deuda pública en relación
al PIB (en la parte baja del gráfico). Por tanto, la austeridad
presupuestaria no conduce a una reducción del peso de la deuda, aún cuando el
objetivo anunciado sea ese; por el contrario, engendra recesión. Esta
constatación no ofrece dudas. Era previsible y fue prevista por muchos
economistas, más allá de los círculos de los economistas heterodoxos. Ahora
forma parte de un consenso bastante amplio.
Gráfico 3 Lo absurdo
Estas políticas, absurdas desde cierto punto de
vista, poseen sin embargo su propia racionalidad. El gráfico-4 muestra dos
nuevas correlaciones. La primera, que se deduce lógicamente del efecto de la
austeridad presupuestaria sobre el crecimiento, establece un vínculo
entre esta austeridad presupuestaria y el incremento del paro sobre el período
2009-2012. Pero es la última correlación la que permite comprender la lógica de
fondo: a través del incremento del paro y de la austeridad salarial, esas
políticas permiten también recuperar la tasa de margen de las empresas; dicho
de otro modo, la parte del beneficio en su valor añadido. Los países que han
sufrido la austeridad presupuestaria (y salarial) más fuerte son también países
en los que los beneficios se han restablecido de forma neta. Resulta chocante
constatar que los países de la periferia (Grecia, España, Portugal e Irlanda)
han recuperado la tasa marginal a pesar del hundimiento de su economía y de la
explosión del paro.
Gráfico 4. Lo racional
El cinismo hipócrita de las políticas de
austeridad está perfectamente ilustrado por la discrepancia entre el discurso
sobre la competitividad (que la reducción de salarios debería permitir
restaurar) y las evoluciones realmente existentes. En efecto, se constata que
la reducción de los salarios en los países del sur de la zona euro ha estado
mayormente consagrado a restablecer la tasa de margen de las empresas
exportadoras más que su competitividad (gráfico-5). Este fenómeno es
particularmente neto en la industria que es, sin embargo, el sector más
afectado por la competencia internacional (gráfico-6). La
Comisión europea no hace mas que confirmar esta constatación:
"las márgenes han aumentado, en particular en los sectores expuestos,
absorbiendo de ese modo una parte de la reducción de los costes laborales
unitarios".
Gráfico 5 Salarios y margen de
beneficio de las exportaciones
Gráfico 6 Tasa de margen en el sector
manufacturero
Así pues, las políticas impulsadas en Europa no
se deben analizar como políticas "absurdas" o deficientes, sino como
una terapia de choque que, más allá de sus efectos colaterales negativos,
buscan alcanzar tres objetivos combinados: restablecer los beneficios,
liquidar lo más posible las conquistas sociales y proteger las instituciones
financieras y bancarias de una desvalorización de sus activos.
Esto es lo que no comprenden los analistas
keynesianos que, fascinados por la finanza, desprecian los fundamentos
estructurales de la crisis. Por ello pasan de largo sobre la divergencia
existente entre las actividades productivas que están en la raíz de la crisis
de la zona euro, y que sus propuestas no toman en cuenta (ver Michel Husson,
"Le tout-compétitivité contre les salaires",
A l’encontre, 24 de Diciembre de 2014). En fin, haciendo del crecimiento
la única palanca de la creación de empleo, desprecian el papel central de la
reducción del tiempo de trabajo en cualquier proyecto de transformación social.
No echar al bebé con el agua sucia de
la bañera
Las relaciones entre la visión radical (que va
a la raíz de las cosas) y el paradigma keynesiano son profundamente ambiguas.
Evidentemente, el paradigma keynesiano contiene elementos de análisis
correctos, pero no toma en consideración el conjunto de la situación y,
fundamentalmente, la lógica del sistema capitalista. Por tanto es necesario retomar
estos elementos de análisis combinándolos con una perspectiva de ruptura
radical. Lo que se puede hacer a través de temas esbozados por el propio Keynes
como la "semana de quince horas" que plantea en "Posibilidades económicas para nuestros nietos"
(escrito en 1930) o la idea de un "Estado como empleador de última
instancia", desarrollado por Hyman Minsky (ver por ejemplo Pavlina R.
Tcherneva, "Full employment: The road not taken",
Levy Economic Institute, March 2014).
Sería totalmente suicida renunciar a la defensa
de los salarios y de los derechos sociales o a la puesta en primer plano de la
necesaria inversión pública para la transición ecológica bajo el pretexto de
que estas propuestas equivaldrían a un vano intento "keynesiano" de "salvar"
el capitalismo.
La demostración de los límites keynesianos
conduce a volver sobre las interpretaciones de la crisis pero también a
interrogarse sobre los perfiles de una alternativa anticapitalista. La cuestión
podría ser formulada de la siguiente manera: entre la pequeña música keynesiana
y la fanfarria del llamamiento al derrumbar inmediatamente el capitalismo,
¿existe un lugar para una partitura de transformación social? La dificultad se
encuentra en no traducir un análisis crítico radical en una retórica anticapitalista
abstracta y de construir las mediaciones movilizadoras necesarias entre las
reivindicaciones inmediatas contra la austeridad y las medidas de ruptura,
asegurando su viabilidad.
15/01/2015 http://alencontre.org/laune/les-limites-du-keynesianisme.html
Traducción: VIENTO SUR http://www.tiemposcanallas.com/los-limites-del-keynesianismo-de-michel-husson-en-viento-sur/
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