LA
IZQUIERDA Y EL BALLOTAGE EN BRASIL
AQUÍ SOLO EXTRACTOS
Nota introductoria de Hugo Adan, Octubre 20, 2014
Contra el pacto imperial para saquear Brasil con Aecio Neves
Contra el pacto imperial para saquear Brasil con Aecio Neves
Mientras el fascismo en Brasil está por
instalarse, el fascismo en America (USA) está ya instalado con la complicidad
de ambos partidos, los demócratas que serían los social-fascistas en el modelo
de análisis de Atilio Boron, y los Republicanos o GOP, cuyos líderes son
abiertamente fascistas y pro-guerra. Entre estos existen los medianos financistas
y los liberales como Ron Paul y su hijo Ran, y muchos otros que discrepan con el fascismo como
instrumento para superar la crisis y afianzar el modelo neoliberal colapsaste. Por tanto, hay la posibilidad de un Frente
Antifascista y de alianza entre la izquierda y sectores liberales dentro del
GOP a condición de que diseñen un Programa mínimo de acciones que incluya los
intereses políticos de ambos sectores.
En Brasil -donde las elecciones han sido ya compradas (casi el 50% de los senadores electos son gente de ultra-derecha y el monopolio de la prensa privada ha urdido un plan para evitar debate sobre ideas y modelo economico y en cambio atacar a la persona, a Dilma, con el pretexto de que es corrupta, cuando el modelo que propone Aecio Neves se basa justamente en la corrupcion al por mayor que impone el neo-liberalismo imperial. Alli el imperio tiene ya previsto sacar a Dilma ya sea mediante elecciones o por carpetazo posterior a ella, alli la compra-venta de Marina Silva no es solo una traicion al programa verde, lo es a toda la clase trabajadora y al pais entero.
QUE HACER?.
Por supuesto que aqui tambien cabe el Plan de Frente Unico Anti-fascista pues jamas podran implementar el modelo imperial de Aecio Neves sin aplastar a la clase trabajadora. Hay que armar el FRENTE con ellos, con todos los lideres de movimentos sociales de base, con especial atention en los lideres del abstencionismo y los disidentes del Partido verde. Las aspiraciones y los objetivos del Pdo verde son imposibles de realizarse dentro de los planes de Aecio Neves, en cambio sí mediante un Frente, una alianza popular donde Dilma solo seria la articuladora del pacto de gobierno. Y el plan de sacarla con carpetazo del Congreso sera respondido por el Frente con un Paro Nacional. Se trata por tanto de armar pacto con lideres de Mov sociales a nivel nacional, de armar con ellos un plan minimo para defender los intereses de la clase trabajdora cualquiera sean los resultados de las elecciones. De eso se trata en Brasil: 1ro, de unificar a la nacion contra el peligro fascista y 2do, de entregar a ellos el poder de decision al pueblo (via referendums y democracia directa) y defender asi el futuro del pais. Se trata hoy de ir mas alla de las vendimias electorales y la division de la nacion y de organizar el "el mandar obedenciendo": gane quien gane la Presid debera hacer lo que decida en pueblo en consulta directa a ellos en cada pueblo y en cada region. De eso se trata en Brasil.
En Brasil -donde las elecciones han sido ya compradas (casi el 50% de los senadores electos son gente de ultra-derecha y el monopolio de la prensa privada ha urdido un plan para evitar debate sobre ideas y modelo economico y en cambio atacar a la persona, a Dilma, con el pretexto de que es corrupta, cuando el modelo que propone Aecio Neves se basa justamente en la corrupcion al por mayor que impone el neo-liberalismo imperial. Alli el imperio tiene ya previsto sacar a Dilma ya sea mediante elecciones o por carpetazo posterior a ella, alli la compra-venta de Marina Silva no es solo una traicion al programa verde, lo es a toda la clase trabajadora y al pais entero.
QUE HACER?.
Por supuesto que aqui tambien cabe el Plan de Frente Unico Anti-fascista pues jamas podran implementar el modelo imperial de Aecio Neves sin aplastar a la clase trabajadora. Hay que armar el FRENTE con ellos, con todos los lideres de movimentos sociales de base, con especial atention en los lideres del abstencionismo y los disidentes del Partido verde. Las aspiraciones y los objetivos del Pdo verde son imposibles de realizarse dentro de los planes de Aecio Neves, en cambio sí mediante un Frente, una alianza popular donde Dilma solo seria la articuladora del pacto de gobierno. Y el plan de sacarla con carpetazo del Congreso sera respondido por el Frente con un Paro Nacional. Se trata por tanto de armar pacto con lideres de Mov sociales a nivel nacional, de armar con ellos un plan minimo para defender los intereses de la clase trabajdora cualquiera sean los resultados de las elecciones. De eso se trata en Brasil: 1ro, de unificar a la nacion contra el peligro fascista y 2do, de entregar a ellos el poder de decision al pueblo (via referendums y democracia directa) y defender asi el futuro del pais. Se trata hoy de ir mas alla de las vendimias electorales y la division de la nacion y de organizar el "el mandar obedenciendo": gane quien gane la Presid debera hacer lo que decida en pueblo en consulta directa a ellos en cada pueblo y en cada region. De eso se trata en Brasil.
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Leamos a Atilio Boron:
Muchos
compañeros y amigos del Brasil me hicieron llegar mensajes o artículos en donde
anunciaban su intención de abstenerse en el ballotage del 26 de Octubre, o de
votar en blanco o nulo, con el argumento de que tanto Aécio como Dilma eran lo
mismo, y que para la causa popular daba igual la victoria de uno u otro. El
pueblo brasileño, decían, sufrirá los rigores de un gobierno que, en cualquier
caso, estará al servicio del gran capital y en contra de los intereses
populares. El motivo de estas líneas es demostrar el grave error en que se
incurriría si se obrara de esa manera. Al igual que la desastrosa política del
“socialfascismo”, que pavimentó el camino de Hitler al poder, la tesis de que
Aécio y Dilma “son lo mismo” va a tener, en caso de que triunfe el primero,
funestas consecuencias para las clases populares del Brasil y de toda América
Latina, más allá de la obviedad de que Aécio no es Hitler y que el PSDB no es
el Partido Nacional Socialista Alemán.
El análisis marxista enseña que,
EN PRIMER LUGAR, resolver los desafíos de la
coyuntura exige como tantas veces lo dijera Lenin, un “análisis concreto de la
situación concreta” y no tan sólo una manipulación abstracta de categorías
teóricas. Decir que Aécio y Dilma son políticos burgueses es una
caracterización tan grosera como sostener que el capitalismo brasileño es igual
al que existe en Finlandia o Noruega -los dos países más igualitarios del
planeta y con mayores índices de desarrollo humano según diversos informes
producidos por las Naciones Unidas. A partir de una interpretación tan genérica
como esa será imposible extraer una lúcida “guía para la acción” que oriente la
política de las fuerzas populares. Ningún análisis serio del capitalismo, al
menos desde el marxismo, puede limitar su examen al plano de las
determinaciones esenciales que lo caracterizan como un modo de producción
específico. Mucho menos cuando se trata de analizar una coyuntura política en
donde los fundamentos estructurales se combinan con factores y
condicionamientos de carácter histórico, cultural, idiosincráticos y, por
supuesto, políticos e internacionales. Al hacer caso omiso del papel que juegan
estos factores concretos se cae en lo que Gramsci criticó como “doctrinarismo
pedante”, prevaleciente en el infantilismo izquierdista que proliferó en Europa
en los años veinte y treinta del siglo pasado. Por esta misma razón decir que
Hitler y León Blum eran dos políticos burgueses no hizo posible avanzar
siquiera un milímetro en la comprensión de la dinámica política desencadenada
por la crisis general del capitalismo en Europa, para ni hablar de la capacidad
para enfrentar eficazmente la amenaza fascista. En un caso había un déspota
sanguinario, fervientemente anticomunista, que sumiría a su país y a toda
Europa en un baño de sangre; en el otro, a un primer ministro socialista de
Francia, líder del Frente Popular, que acogía a los alemanes e italianos que
huían del fascismo y que se opuso, infructuosamente para desgracia de la
humanidad, a los planes de Hitler. Era evidente que ambos no eran lo mismo, a
pesar de su condición de políticos burgueses. Pero el sectarismo
ultraizquierdista pasó por alto estas supuestas nimiedades y, con su miopía
política, facilitó la consolidación de los regímenes fascistas en Europa.
SEGUNDO, cualquiera mínimamente informado
sabe muy bien que por sus convicciones ideológicas, por su inserción en un
partido como el PSDB y por su trayectoria política Aécio representa la versión
dura del neoliberalismo: imperio irrestricto de los mercados, desmantelamiento
del nefasto “intervencionismo estatal”, reducción de la inversión social,
“permisividad” medioambiental y apelación a la fuerza represiva del estado para
mantener el orden y contener a los revoltosos. Fue por eso que nada menos que el
Club Militar -un antro de golpistas reaccionarios, nostálgicos de la brutal
dictadura de 1964- decidió brindarle su apoyo dado que según sus integrantes el
ex gobernador de Minas Gerais posee “las credenciales necesarias para
interrumpir el proyecto de poder del PT, que marcha hacia la sovietización del
país”. Más allá del desvarío que manifiestan los proponentes de este disparate
sería un gesto de imprudencia que la izquierda no tomara nota del creciente
proceso de fascistización de amplios sectores de las capas medias y el clima
macartista que satura diversos ambientes sociales y que, en consecuencia,
desestimara la trascendencia de lo que significa el explícito apoyo a Aécio de
parte de los militares golpistas, el sector más reaccionario (y muy poderoso)
de la sociedad brasileña. Que tras la vergonzosa capitulación de Marina, Aécio
haya prometido asumir como propia la “agenda social y ecológica” de aquella es
apenas una maniobra propagandística que sólo espíritus incurablemente ingenuos
pueden creer.
TERCERO,
la indiferencia de un sector de la izquierda brasileña ante el resultado del
ballotage re-edita el suicida optimismo con que Thälmann enfrentó, ya desde la
cárcel, la estabilización del régimen nazi: “después de Hitler” –decía a sus
compañeros de infortunio, tratando de consolarlos- “venimos nosotros”. Se
equivocó, trágicamente. ¿Alguien puede pensar que después de Aécio florecerá la
revolución en Brasil? Lo más seguro es que se inicie un ciclo de larga duración
en donde las alternativas de izquierda, inclusive de un progresismo “light”
como el del PT, desaparezcan del horizonte histórico por largos años, como
ocurriera después del golpe de 1964. Es ilusorio pensar que bajo Aécio las
clases y capas populares dispondrán de condiciones mínimas como para
reorganizarse después de la debacle experimentada por las suicidas políticas
del PT; que nuevos movimientos sociales podrán aparecer y actuar con un cierto
grado de libertad en una escena pública cada vez más controlada y acotada por
los aparatos represivos del estado y las tendencias fascistizantes arriba
anotadas; o que nuevas fuerzas partidarias podrán irrumpir para disputar, desde
la calle o desde las urnas, la supremacía de la derecha.
CUARTO, va de suyo que la opción que enfrentará el
pueblo brasileño el próximo 26 de Octubre no es entre reacción y revolución. Es
entre la restauración conservadora que representa Neves y la continuidad de un
neodesarrollismo surcado por profundas contradicciones pero proyectado al
Planalto por lo que en su momento fue el más importante partido de masas de
izquierda de América Latina. Pese a su deplorable capitulación ante las
clases dominantes del Brasil, su incapacidad para comprender la gravedad de la
amenaza imperialista que se cierne sobre su país -¡el más rodeado de bases
militares norteamericanas de toda América Latina!- y el abandono de su programa
original, el PT conserva todavía la fidelidad de un segmento mayoritario de los
condenados de la tierra en Brasil y un cierto compromiso, pocas veces honrado
pero aun así presente, con las aspiraciones emancipatorias de las clases
populares que en 1980 le dieron nacimiento. Por eso, ante la ralentización de
la reforma agraria en Brasil Dilma al menos siente que tiene que salir y
explicar al MST las razones de comportamiento y prometer la adopción de algunas
medidas para modificar esa situación. Aécio, en cambio, no tiene nada que ver
con el MST ni con los campesinos brasileños, y ante sus reclamos responderá con
la policía militarizada.
QUINTO, lo anterior no implica exaltación alguna del
PT, que en su triste involución pasó de ser una organización política
moderadamente progresista a un típico “partido del orden” al cual el adjetivo
de “reformista” le queda grande. Tampoco se desprende de nuestro razonamiento
la necesidad o conveniencia de que las fuerzas de izquierda establezcan una
alianza con el PT o sellen acuerdos programáticos con él de cara al
futuro. Pero en la actual coyuntura, definida por el hecho institucional de las
elecciones presidenciales y no por la inminencia de una insurrección popular
revolucionaria, el voto por Dilma es el único instrumento disponible en el
Brasil para evitar un mal mayor, mucho mayor. Los compañeros que abogan por la
neutralidad o la indiferencia deberían, para ser honestos, señalar cuál es la
otra fuerza política que podría impedir la victoria de Aécio, y cuál es la
estrategia política a utilizar para tal efecto, sea electoral (que no la hay) o
extra-institucional o insurreccional, que nadie logra atisbar en el horizonte.
Si no hay otra arma la izquierda no puede refugiarse en una pretendida
neutralidad. Y si se logra derrotar la reacción conservadora liderada por
el PSDB (como muchos en América Latina y el Caribe fervientemente esperamos)
habrá que aprovechar los cuatro años restantes para reorganizar el campo
popular desorganizado, desmoralizado y desmovilizado por las políticas del PT.
Y someter al segundo gobierno de Dilma a una crítica implacable, empujándola
“desde abajo”, desde los movimientos sociales y las nuevas fuerzas partidarias,
a adoptar las políticas necesarias para un ataque a fondo contra la pobreza y
la desigualdad, contra la prepotencia de los oligopolios y los chantajes de las
clases dominantes aliadas al imperialismo. En el plano internacional el triunfo
de los tucanos tendría gravísimas consecuencias porque entronizaría en el
Planalto a una fuerza política sometida por completo a los dictados de la Casa
Blanca; sabotearía los procesos de integración supranacional en marcha
como el Mercosur, la UNASUR y la CELAC; serviría como cabecera de playa para
atacar a la Revolución Bolivariana y los gobiernos de izquierda y progresistas
de la región; para aislar a la Revolución Cubana y para ofrecer el apoyo
material y personal de Brasil para las infinitas guerras del imperio. No es que
el imperio sea omnisciente, pero se equivoca muy poco a la hora de identificar
a quienes no se pliegan incondicionalmente ante sus mandatos. Por algo ha
lanzado, junto con sus aliados locales, una tremenda campaña internacional para
que su candidato, Aécio, triunfe el próximo domingo. Nadie en la izquierda
puede ignorar que, si tal cosa llegara a ocurrir, una larga noche se cerniría
sobre América Latina y el Caribe, abriendo un paréntesis ominoso que quien sabe
cuánto tiempo tardaríamos en cerrar. Sin extremar las analogías históricas
convendría meditar sobre la suerte corrida por Thälmann y sus camaradas
comunistas gracias a la adopción de una tesis que sostenía la esencial igualdad
de todos los partidos políticos burgueses.
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- Dr.
Atilio Boron,
director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (PLED),
Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2013. www.atilioboron.com.ar
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