[El
buchizado, es ambos y no es nada, no even zero, pero existe.
Que extraño
sujeto que parió la historia… en tiempo de plagas]
Nazanin Armanian
Publico.es
El
electorado estadounidense, después de entregar el Congreso a los republicanos
en 2010, vuelve a castigar a un presidente Obama que sigue sin enterarse de sus
porqués, dando una mayoría a los Neocon también en el Senado, entre los que se
encuentran halcones como Lindsey Graham y Joni Ernst. Un Obama decaído ni
intentó movilizar a su electorado, aunque fuese con más promesas huecas. Así,
la coalición de clases desfavorecidas, jóvenes y mujeres, negros e hispanos y que dieron triunfo en 2008 a su
“sí, podemos”, pronto vieron cómo el “change” ha sido más de lo mismo y Obama un “Gatopardo”. Siendo de la misma clase
social que Bush, ¿cómo iba a aplicar otras políticas realmente distintas? Él
ofreció una imagen falsa, pensaba que no le iban a descubrir. Pues, sí, “cosecha
pulgas quien no siembra soja”, dicen en su tierra.
Tuvo una
sólida mayoría en ambas cámaras y no la aprovechó para aprobar leyes para crear empleo, paliar el
drama de los 45 millones de personas que viven por debajo del umbral de la
pobreza o de los millones de desahuciados convertidos en homeless (a pesar de haber 24 casas vacías por cada persona sin hogar). En
cambio, salvó a la banca, aparcando el ideal de una justicia social.
Cierto que
la monumental y desastrosa herencia recibida, tanto dentro como fuera del país,
junto con la fragilidad que podrá padecer un
presidente negro en
un país de arraigada cultura racista le hayan podido superar. Pero su problema
es su ideología, fuente de las soluciones que busca a los problemas: acaba de
ascender a la afroamericana Loretta Lynch como secretaria de Justicia y Fiscal
General del país, pensando que aumentando el peso de los negros en la élite
satisfaría a los negros descontentos y poco a poco acabaría con el racismo. Una
lacra que es sólo otra manifestación de un sistema cultural que da derecho a
unos a dominar y a otros a explotar. Por eso, él no sólo ha mantenido abiertos
decenas de Guantánamos esparcidos por el mundo, sino también bloqueó una
investigación sobre las torturas de la CIA a los secuestrados iraquíes (por subhumana
y ser “daños colaterales” de los intereses de otras personas), mientras
mantenía vigente la Ley Patriot, que permite a los mismos servicios de
inteligencia controlar la vida de los propios ciudadanos.
Sobre el
déficit de fortaleza de su personalidad creció la campaña de acoso y derribo
orquestada por los republicanos, que le acusaron de mala gestión del ébola (con
sólo cuatro afectados), del conflicto de Siria e Irak, del programa nuclear de
Irán, de la crisis de Ucrania, además de ser “socialista y musulmán”. Al menos
podrían reconocerle el mérito de haber devuelto la hegemonía americana sobre
Europa, dañada en la era de Bush.
Le han
avergonzado y ridiculizado ante la opinión pública para que ni los afros
volviesen a votar a un candidato negro: qué más da si el bipartidismo y sus
juegos a “yin” y “yang” —dos caras de la misma moneda— están al
servicio de mantener el sistema.
Obama no va
a cambiar de rumbo: en su mensaje post-derrota prometió más colaboración con
los republicanos —que exigen menor gasto público, menos impuestos a los ricos,
y más guerras— en vez de realizar reformas para el pueblo, utilizando las
facultades especiales del presidente para eludir su férrea oposición a sus
proyectos. Obama ya en 2012 había tirado la
toalla.
¿Y
AHORA, QUÉ VA A PASAR EN ORIENTE?
Obama ya ha
ido “bushizando” su política exterior inicial, girándose hacia posiciones
del establishment, limpiando el nombre de aquel ofuscado
personaje: anular la ONU, aumentar su tono contra Rusia, lanzar nuevas guerras
(Sudan, Libia, Yemen, Pakistán o Siria, a veces para rematar el
trabajo de Bush), convertir
el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC) de los Neocon en la Iniciativa
de Política Exterior y la Fundación para la Defensa de las Democracias,
mantener el “Excepcionalismo americano” o burlarse del derecho
internacional en Libia o en Siria han sido parte del trasfondo de sus
estrategias políticas.
Es más,
podrá contar con el apoyo republicano para reocupar Irak con tropas terrestres (acaba de enviar a 1500 militares).
Los halcones tampoco son suicidas: el año pasado, se opusieron a equipar con
armas avanzadas a los “rebeldes” sirios, o que su gran figura George Bush llegó
a impedir en 2008 que Israel bombardeara una planta nuclear iraní. Además, a
dos años de las elecciones no les conviene retratarse con políticas demasiadas
agresivas.
Obama, al
contrario de sus adversarios, que martillo en mano piensan que todo es clavo,
utiliza hábilmente la diplomacia, sanciones económicas, sabotajes, banderas
falsas, asesinatos selectivos, etc. para conseguir los
mismos objetivos, liderando las nuevas conquistas por atrás y utilizando la
alta tecnología para reducir costes y daños a su régimen, como el uso de
ciberguerra, estrenado en 2010 con el virus
“Stuxnet” contra una central nuclear iraní.
Este giro hoy se refleja en los siguientes
puntos:
-
Bombardear Siria sin la autorización de la ONU (como Bush en Irak). Ha
resucitado el proyecto “Nuevo Oriente Medio”, declarando sin ninguna autoridad
legal el fin del acuerdo Sykes-Picot de 1916, que diseñó el mapa actual de la
región.
- Ampliar
la invasión militar desde Irak y Siria al resto de la región. No es casualidad
que en sus últimos discursos utilice las siglas “ISIL” —Estado Islámico de Irak
y del Levante (que incluye Turquía, Palestina, Jordania y Egipto)— en vez de
“ISIS”, refiriéndose sólo a Irak y Siria.
- Afirmar
de repente y a través de Samantha Power, su embajadora ante la ONU, que
Assad “alberga armas químicas no declaradas (recuerda a Bush y las “armas” de
Saddam). ¿Significa el fin de Assad y de Siria como Estado, programado desde el 2005? Quizás el derribo de un
cazabombardero estadounidense en el cielo sirio, cometido supuestamente por
Damasco, haga de catalizador. La agresión a
Siria sigue teniendo 12 objetivos y ocho consecuencias.
- Adoptar
la “guerra preventiva” de Bush. Entre afirmar que “la seguridad de EEUU no está
amenazada” por el Estado Islámico a que lo está sólo pasaron unas semanas.
Luego empezaron los bombardeos sobre gentes y ciudades de Irak y Siria.
TRIUNFO
DE ISRAEL
El líder
israelí, junto con los de Turquía y los jeques árabes celebran la derrota de
Obama. Netanyahu ya puede desafiar al presidente de EEUU en su propia casa.
Los
proisraelíes, también durante la Presidencia de Obama, han dominado la política
exterior de EEUU en Oriente Próximo y Norte de África. “Aquí mando yo”, ha sido el mensaje de Tel Aviv a
Washington en numerosas ocasiones. Manda tanto que el primero de los motivos (reales) por los que EEUU derrocó a
Saddam Hussein fue
por Israel, que no por salvar los intereses de EEUU. Lo reveló en 2004 Philip
Zelikow, entonces asesor de Bush.
Los
israelíes no le perdonan haber omitido en sus discursos el compromiso de
defenderles militarmente; en su lugar le ha ayudado a protegerse con una
“cúpula de hierro” y con armas de última generación con las que podrá
resguardarse de las piedras y los petardos lanzados por los palestinos.
Hoy, y una
vez enterrado el proyecto de paz de Obama bajo las últimas bombas que
arrancaron la vida de cerca de 2.000 gazatíes, Israel va a sabotear las
negociaciones nucleares entre Irán-EEUU. Filtrar la carta secreta enviada por
Obama a Ali Jamenei, en la que le invita a cooperar sobre los intereses comunes
en la región, ha sido un duro golpe al equipo del presidente estadounidense,
que enseguida intentó arreglarlo, amenazando a Teherán con que no va a
renovar el plazo del fin de las negociaciones sobre su programa nuclear del 24
de noviembre.
PREOCUPACIÓN
EN IRÁN
Las negociaciones entre Teherán y
Washington aún no han dado ningún fruto, ni acuerdo, debido sobre todo a la
presión e intransigencia de los “radicales” de ambos lados. El nuevo panorama en EEUU y el
aumento de la tensión en la región complica esta sensible situación.
Ahora, ambos gobiernos, a pesar de que necesitan una victoria en materia
nuclear, se acusan mutuamente de patrocinar el terrorismo y enturbian el clima
del dialogo.
La prioridad
de Obama en la política exterior sigue siendo conseguir un acuerdo con Irán, sin usar la fuerza militar. Ambos
gobiernos tienen prisa: Obama lo necesita antes de que en enero los senadores
tomen posición y propongan aumentar las sanciones contra Irán —que incluirán
control sobre los misiles iraníes, inspecciones exhaustivas a los centros
militares o la situación de derechos humanos—, para así forzarle a abandonar
las negociaciones y convertirse por ello en la “principal amenaza planetaria”.
Los mandatarios de Irán, por su parte, piden que se levanten los castigos
impuestos por la ONU, EEUU y la Unión Europea, que han hundido la economía del
país.
A Teherán y
Washington les conviene llegar a un acuerdo global, aunque sea provisional para
en el futuro ir determinando los detalles.
Pero
también es posible que Obama deje de intentarlo, pensando que un acuerdo con
Irán satisfaría sólo a una minoría de los círculos políticos y en cambio
enfurecería a ambas cámaras, Israel y Arabia Saudí,
y sus lobbies. Tiene en cuenta que la opinión pública por décadas de propaganda
es iranófoba y está más inclinada hacia los republicanos, o que las
cámaras pueden derogar cualquier acuerdo firmado sólo por el presidente una vez
que él se marche. Por si no fuera bastante compleja esta situación, allí
también están las petroleras deseando entrar en el mercado iraní.
Y, si no
alcanzan el acuerdo, ¿qué? Nada, sólo una profunda y amplia catástrofe para el
mundo.
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