sábado, 31 de mayo de 2014

LOS REBELDES DE HOY SON HIJOS DE UNA RAZA QUE SI LO FUE



LOS REBELDES DE HOY SON HIJOS DE UNA RAZA QUE SI LO FUE

Hugo Adán.  Mayo 31, 2014

Lo dicen los  estudiosos del imperio inca:
El inca Garcilaso de la Vega, Louis Baudin, Jorge Basadre
El éxito Inca fue la decentralización: los 4 suyos.
Su fracaso, el centralismo asfixiante  del Federalismo.

1-
Inca Garcilaso de la Vega
Por: autor anónimo.

Los Comentarios Reales de los Incas

Garcilaso de la Vega, considerado el primer mestizo del Perú, es el gran cronista de la historia antigua peruana, sus Comentarios Reales de los Incas, su prohibición en América, sus obras.

Considerado el primer mestizo del Perú. Garcilaso de la Vega buscó su identidad toda su vida. Es el gran cronista de la historia antigua del Perú.

El Inca Garcilaso de la Vega y sus Comentarios Reales

Bautizado como Gómez Suárez de Figueroa, en memoria de uno de sus abuelos, el Inca Garcilaso de la Vega nació en el Cusco el 12 de abril de 1539, muy pocos años después de la muerte de Atahualpa, el último soberano Inca. Fue el hijo natural del capitán extremeño Sebastián Garcilaso de la Vega Vargas, conquistador de noble linaje de Castilla, y de Palla Chimpu Ocllo, bautizada como Isabel, nieta del Inca Túpac Yupanqui y sobrina del Inca Huayna Cápac.

En aquellos tiempos, los mestizos fueron llamados hijos de la conquista, hombres de vidas destruidas, bastardos, hijos de ocasión y pecado o primeros peruanos. Los estudios etnohistóricos muestran que en el mundo andino no regían valores vinculados al matrimonio como sustento de legitimidad -y su consecuencia la condición de bastardía- tan presentes en los códigos españoles.

Garcilaso tuvo que buscar su identidad a lo largo de su vida y más tarde decidiría llamarse Inca Garcilaso de la Vega.

"A los hijos de español y de india, o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en Indias; y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro con él. Aunque en Indias si a uno de ellos le dicen sois un mestizo, lo toman por menosprecio" ("Comentarios Reales")

Es el quechua su primera lengua y los indios y los niños mestizos sus compañeros de juego en los años de su infancia, que transcurrió en el Cusco junto a su madre y parientes más cercanos en una noble casa de Cusipata.

Viaje a España

Muerto su padre en 1560, Garcilaso llega a España en busca de los familiares de su padre y para hacer gestiones que le permitieran conseguir una pensión por los servicios que aquél había prestado a la corona. Los trámites ante el Consejo de Indias fueron frustrados y el joven no pudo conseguir renta alguna.

En 1561 se instala en Montilla, ciudad en la que fue acogido por su tío paterno, el capitán Alonso de Vargas, veterano de las guerras de Italia, de cuya casa (en la calle de su mismo nombre) saldría en escasas ocasiones.

Usaba todavía el nombre de Gómez Suárez de Figueroa, hasta que en 1563, adoptó el de su padre, Garcilaso de la Vega. Fracasado su intento de regreso al Perú, se radica definitivamente en la Península. En este contexto se fue españolizando y llegó a ser perfectamente bilingüe.

Luego ingresa a la milicia al servicio del rey, combate en la guerra de Las Alpujarras contra los moriscos en 1570, consiguiendo, también él, conducta de capitán.

La herencia de su tío

Alonso de Vargas, que falleció en 1570, instituye heredero de la mitad de sus bienes a su sobrino, pero con usufructo vitalicio para su viuda. Hasta la muerte de ésta, son quince años de mucha estrechez para Garcilaso.

Entregado a la lectura para ocupar su tiempo, sintió despertársele una vocación literaria y humanista, que debía acompañarlo en el curso de su larga vida.

Hacia 1591 se traslada a Córdoba, había pasado en Montilla treinta años. Inicia aquí, en plena madurez, la publicación de su obra. Concebida en su mayor parte durante los largos y fecundos años de retiro montillano, elaborada consultando la rica biblioteca de su tío y basada especialmente en el recuerdo de sus memorias cusqueñas.

Los Comentarios Reales

En base a los relatos que escuchara en su juventud de sus parientes indígenas, de los pasajes vividos por él mismo y de las noticias recogidas de testigos de la conquista del Perú escribe su obra inmortal "Los Comentarios Reales". Esta obra comprende dos partes: en la primera se refiere a los hechos de los incas y su civilización; en la segunda, a la conquista y las guerras civiles entre los conquistadores. En esta obra no sólo pone de manifiesto su gran calidad literaria sino que su interpretación de los hechos describe al Imperio Incaico como un modelo ideal a la usanza platónico y muestra a la cultura incaica a la luz de la cultura occidental.

Al mismo tiempo que se dedica a su labor literaria, en la que a veces le ayuda su hijo natural (cuya existencia sólo se descubrió hace unos años), Garcilaso lleva en Córdoba una vida social, al parecer, bastante desarrollada. Lo encontramos en diversos negocios de cereales que le permiten redondear su fortuna, aunque siempre con suerte diversa en este plano. También escribe el libro "La Florida del Inca".

En 1612 compró al cabildo una capilla para su entierro. Al final de sus días se incorporó incluso al estado clerical, pero sólo de órdenes menores.
El 12 de abril de 1616 cumplió 77 años, y seis días más tarde, estando enfermo, hizo su testamento.

Finalmente, Garcilaso murió en Córdoba, España, el 22, 23, ó 24 de abril de 1616 (esta última es la que consta en su partida de defunción conservada en la catedral cordobesa, fecha que es cuestionada por diversos historiadores).

Diego de Vargas, hijo suyo y de doña Beatriz de la Vega, cuidó de que fuera enterrado la capilla adquirida por Garcilaso, donde permanecen sus restos.

Su vida y obra fue el reflejo de una época colonial en la que convivían dos culturas totalmente diferentes donde no podía sentirse completamente identificado con ninguna de ellas, por ser mestizo.

Años después de su muerte, a raíz del alzamiento de Túpac Amaru, en 1782, una Real cédula de Carlos III ordenó a los virreyes de Lima y de Buenos Aires recoger todos los ejemplares que pudieran hallar de los Comentarios del Inca, porque "aprendían en ellos los naturales muchas cosas inconvenientes". Quedó prohibido el libro en América y registrado en el índice expurgatorio... pero en la metrópoli circulaba libremente y se reimprimía (Madrid, 1801). Obra juzgada peligrosa por el régimen colonial, era lógico que mereciera todas las simpatías de los gobiernos independientes. El libertador San Martín proyectó en 1814 una edición que debía imprimirse en Londres. Los azares de la guerra lo impidieron. Los Comentarios y la Conquista no se publicaron en América hasta 1918.

Sus obras

Los Comentarios Reales de los Incas (Lisboa, 1609) y la Conquista del Perú (1613) las obras que afianzan su renombre así en la historia de las letras castellanas como en las fuentes de los estudios americanistas. Con ellas no pretende sino salvar recuerdos, apuntalar ruinas. "Yo, incitado del deseo de la conservación de las antiguallas de mi patria, esas pocas que han quedado, porque no se pierdan del todo, me dispuse al trabajo tan excesivo como hasta aquí me ha sido y delante me ha de ser, al escribir su antigua república hasta acabarla."

Al fin de su vida trabajaba en su último libro, Historia General del Perú, planificado como segunda parte de los Comentarios y publicado tras su muerte (Córdoba, 1617).

LOS COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS

PRIMERA PARTE DE LOS COMENTARIOS REALES QUE TRATAN DEL ORIGEN DE LOS YNCAS, REYES QUE FUERON DEL PERU, DE SU IDOLATRIA, LEYES, Y GOVIERNO EN PAZ Y EN GUERRA: DE SUS VIDAS Y CONQUISTAS, Y DE TODO LO QUE FUE AQUEL IMPERIO Y SU REPUBLICA ANTES QUE LOS ESPAÑOLES PASSARAN A EL. ESCRITOS POR EL YNCA GARCILASSO DE LA VEGA, NATURAL DEL COZCO Y CAPITAN DE SU MAJESTAD

Premio
Al Lector

Aunque ha habido españoles curiosos que han escrito las repúblicas del Nuevo Mundo, como la de México y la del Perú y las de otros reinos de aquella gentilidad, no ha sido con la relación entera que de ellos se pudiera dar, que lo he notado particularmente en las cosas que del Perú he visto escritas, de las cuales, como natural de la ciudad del Cuzco, que fue otra Roma en aquel Imperio, tengo más larga y clara noticia que la que hasta ahora los escritores han dado. Verdad es que tocan muchas cosas de las muy grandes que aquella república tuvo, pero escríbenlas tan cortamente que aun las muy notorias para mí (de la manera que las dicen) las entiendo mal. Por lo cual, forzado del amor natural de la patria, me ofrecí al trabajo de escribir estos Comentarios, donde clara y distintamente se verán las cosas que en aquella república había antes de los españoles, así en los ritos de su vana religión como en el gobierno que en paz y en guerra sus Reyes tuvieron, y todo lo demás que de aquellos indios se puede decir, desde lo más ínfimo del ejercicio de los vasallos hasta lo más alto de la corona real. Escribimos solamente del Imperio de los Incas, sin entrar en otras monarquías, porque no tengo la noticia de ellas que (tengo) désta. En el discurso de la historia protestamos la verdad de ella, y que no diremos cosa grande que no sea autorizándola con los mismos historiadores españoles que la tocaron en parte o en todo; que mi intención no es contradecirles, sino servirles de comento y glosa y de intérprete en muchos vocablos indios, que, como extranjeros en aquella lengua, interpretaron fuera de la propiedad de ella, según que largamente se verá en el discurso de la historia, la cual ofrezco a la piedad del que la leyere [...].

Libro I, Capítulo XV
El origen de los Incas Reyes del Perú

Viviendo o muriendo aquellas gentes de la manera que hemos visto, permitió Dios Nuestro Señor que de ellos mismos saliese un lucero del alba que en aquellas oscurísimas tinieblas les diese alguna noticia de la ley natural y de la urbanidad y respetos que los hombres debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquél, procediendo de bien en mejor cultivasen aquellas fieras y las convirtiesen en hombres, haciéndoles capaces de razón y de cualquiera buena doctrina, para que cuando ese mismo Dios, sol de justicia, tuviese por bien de enviar la luz de sus divinos rayos a aquellos idólatras, los hallase, no tan salvajes, sino más dóciles para recibir la fe católica y la enseñanza y doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia Romana, como después acá lo han recibido, según se verá lo uno y lo otro en el discurso de esta historia; que por experiencia muy clara se ha notado cuánto más prontos y ágiles estaban para recibir el Evangelio los indios que los Reyes Incas sujetaron, gobernaron y enseñaron, que no las demás naciones comarcanas donde aún no había llegado la enseñanza de los Incas, muchas de las cuales se están hoy tan bárbaras y brutas como antes se estaban, con haber setenta y un años que los españoles entraron en el Perú. Y pues estamos a la puerta de este gran laberinto, será bien pasemos adelante a dar noticia de lo que en él había.


Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos para entrar a dar cuenta del origen y principio de los Incas Reyes naturales que fueron del Perú, me pareció que la mejor traza y el camino más fácil y llano era contar lo que en mis niñeces oí muchas veces a mi madre y a sus hermanos y tíos y a otros sus mayores acerca de este origen y principio, porque todo lo que por otras vías se dice de él viene a reducirse en lo mismo que nosotros diremos, y será mejor que se sepa por las propias palabras que los Incas lo cuentan que no por las de otros autores extraños. Es así que, residiendo mi madre en el Cuzco, su patria, venían a visitarla casi cada semana los pocos parientes y parientas que de las crueldades y tiranías de Atahualpa (como en su vida contaremos) escaparon, en las cuales visitas siempre sus más ordinarias pláticas eran tratar del origen de sus Reyes, de la majestad de ellos, de la grandeza de su Imperio, de sus conquistas y hazañas, del gobierno que en paz y en guerra tenían, de las leyes que tan en provecho y favor de sus vasallos ordenaban. En suma, no dejaban cosa de las prósperas que entre ellos hubiese acaecido que no la trajesen a cuenta.


De las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes, lloraban sus Reyes muertos, enajenado su Imperio y acabada su república, etc. Estas y otras semejantes pláticas tenían los Incas Pallas en sus visitas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan su conversación en lágrimas y llanto, diciendo: »Trocósenos el reinar en vasallaje... « etc. En estas pláticas yo, como muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban, y me holgaba de las oír, como huelgan los tales de oír fábulas. Pasando pues días, meses y años, siendo ya yo de diez y seis o diez y siete años, acaeció que, estando mis parientes un día en esta su conversación hablando de sus Reyes y antiguallas, al más anciano de ellos, que era el que daba cuenta de ellas, le dije:

- Inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es lo que guarda la memoria de las cosas pasadas, ¿qué noticia tenéis del origen y principio de nuestros Reyes? Porque allá los españoles y las otras naciones, sus comarcanas, como tienen historias divinas y humanas, saben por ellas cuándo empezaron a reinar sus Reyes y los ajenos y al trocarse unos imperios en otros, hasta saber cuántos mil años ha que Dios crió el cielo y la tierra, que todo esto y mucho más saben por sus libros. Empero vosotros, que carecéis de ellos, ¿qué memoria tenéis de vuestras antiguallas?, ¿quién fue el primero de nuestros Incas?, ¿cómo se llamó?, ¿qué origen tuvo su linaje?, ¿de qué manera empezó a reinar?, ¿con qué gente y armas conquistó este grande Imperio?, ¿qué origen tuvieron nuestras hazañas? El Inca, como holgándose de haber oído las preguntas, por el gusto que recibía de dar cuenta de ellas, se volvió a mí (que ya otras muchas veces le había oído, mas ninguna con la atención que entonces) y me dijo:



- Sobrino, yo te las diré de muy buena gana; a ti te conviene oírlas y guardarlas en el corazón (es frase de ellos por decir en la memoria). Sabrás que en los siglos antiguos toda esta región de tierra que ves eran unos grandes montes y breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras y animales brutos, sin religión ni policía, sin pueblo ni casa, sin cultivar ni sembrar la tierra, sin vestir ni cubrir sus carnes, porque no sabían labrar algodón ni lana para hacer de vestir; vivían de dos en dos y de tres en tres, como acertaban a juntarse en las cuevas y resquicios de peñas y cavernas de la tierra. Comían, como bestias, yerbas del campo y raíces de árboles y la fruta inculta que ellos daban de suyo y carne humana. Cubrían sus carnes con hojas y cortezas de árboles y pieles de animales; otros andaban en cueros. En suma, vivían como venados y salvajinas, y aun en las mujeres se habían (se comportaban) como los brutos, porque no supieron tenerlas propias y conocidas.

Adviértase, porque no enfade el repetir tantas veces estas palabras: »Nuestro Padre el Sol«, que era lenguaje de los Incas y manera de veneración y acatamiento decirlas siempre que nombraban al Sol, porque se preciaban descender de él, y al que no era Inca no le era lícito tomarlas en la boca, que fuera blasfemia y lo apedrearan. Dijo el Inca:



- Nuestro Padre el Sol, viendo los hombres tales como te he dicho, se apiadó y hubo lástima de ellos y envió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos para que los doctrinasen en el conocimiento de Nuestro Padre el Sol, para que lo adorasen y tuviesen por su Dios y para que les diesen preceptos y leyes en que viviesen como hombres en razón y urbanidad, para que habitasen en casas y pueblos poblados, supiesen labrar las tierras, cultivar las plantas y mieses, criar los ganados y gozar de ellos y de los frutos de la tierra como hombres racionales y no como bestias. Con esta orden y mandato puso Nuestro Padre el Sol estos dos hijos suyos en la laguna Titicaca, que está ochenta leguas de aquí, y les dijo que fuesen por do quisiesen y, doquiera que parasen a comer o a dormir, procurasen hincar en el suelo una barrilla de oro de media vara en largo y dos dedos en grueso que les dio para señal y muestra, que, donde aquella barra se les hundiese con solo un golpe que con ella diesen en tierra, allí quería el Sol Nuestro Padre que parasen e hiciesen su asiento y corte.

Libro II, Capítulo IV
De muchos dioses que los historiadores españoles impropiamente aplican a los indios

[...] Declarando el nombre Apachitas que los españoles dan a las cum bres de las cuestas muy altas y las hacen dioses de los indios, es de saber que ha de decir Apachecta; es dativo, y el genitivo es Apachecpa, de este participio de presente apáchec, que es el nominativo, y con la sílaba ta se hace dativo: quiere decir al que hace llevar, sin decir quién es ni declarar qué es lo que hace llevar. Pero conforme al frasis de la lengua , como atrás hemos dicho, y adelante diremos de la mucha significación que los indios encierran en sola una palabra, quiere decir demos gracias y ofrezcamos algo al que hace llevar estas cargas, dándonos fuerzas y vigor para subir por cuestas tan ásperas como ésta, y nunca lo decían sino cuando estaban ya en lo alto de la cuesta, y por esto dicen los historiadores españoles que llamaban Apachitas a las cumbres de las cuestas, entendiendo que hablaban con ellas, porque allí le oían decir esta palabra Apachecta, y, como no entienden lo que quiere decir, dánselo por nombre a las cuestas. Entendían los indios, con lumbre natural, que se debían dar gracias y hacer alguna ofrenda al Pachacámac, se debían dar gracias y hacer alguna ofrenda al Pachacámac, Dios no conocido que ellos adoraban mentalmente, por haberles ayudado en aquel trabajo. [... ]

No miraban al Sol cuando hacían aquellas ceremonias, porque no era la adoración a él, sino al Pachacámac. Y las ofrendas, más eran señales de sus afectos que no ofrendas; porque bien entendían que cosas tan viles no eran para ofrecer. De todo lo cual soy testigo, que lo vi caminando con ellos muchas veces. Y más digo, que no lo hacían los indios que iban descargados, sino los que llevaban carga. Ahora, en estos tiempos, por la misericordia de Dios en lo alto de aquellas cuestas tienen puestas cruces, que adoran en nacimiento de gracias' de habérseles comunicado Cristo Nuestro Señor.

Libro IX, Capítulo XXXI
Nombres nuevos para nombrar diversas generaciones

Lo mejor de lo que ha pasado a Indias se nos olvidaba, que son los españoles y los negros que después acá han llevado por esclavos para servirse de ellos, que tampoco los había antes en aquella mi tierra. De estas dos naciones se han hecho allá otras, mezcladas de todas maneras, y para las diferenciar les llaman por diversos nombres, para entenderse por ellos. Y aunque en nuestra historia de La Florida dijimos algo de esto, me pareció repetirlo aquí, por ser éste su propio lugar. Es así que al español o española que va de acá llaman español o castellano, que ambos nombres se tienen allá por uno mismo, y así he usado yo de ellos en esta historia y en La Florida. A los hijos de español y de española nacidos allá dicen criollo o criolla, por decir que son nacidos en Indias. Es nombre que lo inventaron los negros, y así lo muestra la obra. Quiere decir entre ellos negro nacido en Indias; inventáronio para diferenciar los que van de acá, nacidos en Guinea, de los que nacen allá, porque se tienen por más honrados y de más calidad por haber nacido en la patria, que no sus hijos porque nacieron en la ajena, y los padres se ofenden si les llaman criollos. Los españoles, por la semejanza, han introducido este nombre en su lenguaje para nombrar los nacidos allá. De manera que al español y al guineo nacidos allá les llaman criollos y criollas. Al negro que va de acá, llanamente le llaman negro o guineo. Al hijo de negro y de india, o de indio y de negra, dicen mulato y mulata. A los hijos de éstos llaman cholo; es vocablo de la isla de Barlovento; quiere decir perro, no de los castizos, sino de los muy bellacos gozcones; y los españoles usan de él por infamia y vituperio. A los hijos de español y de india o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en indias, y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación me lo llamo yo a boca llena, y me honro con él. Aunque en Indias, si a uno de ellos le dicen »sois un mestizo« o »es un mestizo«, lo toman por menosprecio. De donde nació que hayan abrazado con grandísimo gusto el nombre montañés, que, entre otras afrentas y menosprecios que de ellos hizo un poderoso, les impuso en lugar del nombre mestizo. Y no consideran que aunque en España el nombre montañés sea apellido honroso, por los privilegios que se dieron a los naturales de las montañas de Asturias y Vizcaya, llamándoselo a otro cualquiera, que no sea natural de aquellas provincias, es nombre vituperoso, porque en propia significación quiere decir: cosa de montaña, como lo dice en su Vocabulario el gran maestro Antonio Lebrija (Nebrija), acreedor de toda la buena latinidad que hoy tiene España; y en la lengua general del Perú, para decir montañés dicen sacharuna, que en propia significación quiere decir salvaje, y por llamarles aquel buen hombre disimuladamente salvajes, les llamó montañés; y mis parientes, no entendiendo la malicia del imponedor, se precian de su afrenta, habiéndole de huir y abominar, y llarmarse como nuestros padres nos llamaban y no recibir nuevos nombres afrentosos, etc.
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El billete de 10 soles que circulo en Perú en la década del 70 tenía la figura de Garcilaso de la Vega.

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