LA ESTRATEGIA GUERRILLERA DE LA DERECHA EN VENEZUELA
Atilio Boron http://www.rebelion.org/noticia.php?id=167380. 20-04-13
ALAI
AMLATINA, 27/04/2013.- Envalentonada por los resultados de las recientes
elecciones, la derecha en Venezuela –tanto sus representantes autóctonos como
los agentes del imperialismo que operan en ese país– ha profundizado una
estrategia de lucha política que, en los hechos, colocó al gobierno chavista a
la defensiva o, cuando menos, en un estado de alerta ante las amenazas que se
ciernen sobre el futuro de la Revolución
Bolivariana.
Duele decirlo, pero más dolería contemplar el inesperado y dramático final de
un proceso revolucionario tan significativo como el lanzado por el Comandante
Hugo Chávez por no haberse adoptado a tiempo las medidas correctivas
imprescindibles para preservarlo.
La irreversibilidad
es un atributo que poseen muy pocos procesos revolucionarios, y eso después de
haber sobrepasado las muy duras pruebas
de la historia. No es el caso, todavía, de la Revolución Bolivariana, aunque la
existencia de un amplio entramado de
organizaciones
populares nacidas durante el gobierno del Presidente Chávez bien podrían ser
los bastiones fundamentales que aseguren la continuidad del proceso
revolucionario.
Todos los
clásicos del marxismo –comenzando en este tema puntual por Engels y siguiendo
después por Marx, Lenin, Trotsky, Gramsci, Mao y Ho Chi Minh y, más
recientemente, Fidel y el Che– comprendieron muy bien el notable paralelismo
existente entre el arte de la guerra y la lucha política. No se les escapaban
las diferencias, pero tampoco pasaban desapercibidas sus semejanzas; por eso,
tomaban nota de las enseñanzas que aportaba la historia militar. Observaron, por
ejemplo, que cuando
una fuerza
social y numéricamente inferior quiere atacar a un ejército poderoso y bien
organizado debe apelar a formas no convencionales de lucha. Las tácticas de la
guerrilla son precisamente eso: ataques inesperados, sorpresivos, puntuales,
seguidos de una rápida retirada, dejando en el campo de batalla a un enemigo
lastimado y, sobre todo,
desmoralizado.
Eso es
precisamente lo que con mucha astucia (y absoluta inescrupulosidad) ha venido
haciendo la derecha en Venezuela al lanzar un torrente de ataques –desde
denuncias y agresiones verbales hasta sabotajes económicos, asaltos a recintos
asociados al PSUV o a los centros de salud de la “Misión Barrio Adentro” y
“asesinatos ejemplarizadores”- que lograron debilitar el entusiasmo y la moral revolucionaria
de las fuerzas chavistas, lo cual se vio reflejado en el voto del 14 de Abril.
La efectividad de esas tácticas se comprueba al
constatar
que ellas hicieron posible que la derecha lograra lo que hasta hacía poco
tiempo sonaba como imposible: fijar la agenda política nacional y obligar al
gobierno bolivariano a tener que responder a los ataques de sus adversarios y
sin poder impulsar iniciativas propias y concretas.
Hace ya unos
años que los intelectuales orgánicos del imperio y los estrategas del Pentágono
vienen diciendo que, en la actualidad, “la lucha antisubversiva se libra en los
medios.” La estrategia de la derecha en Venezuela es tributaria de esta nueva
concepción adoptada por Washington y da testimonio de su eficacia.
¿Qué
pretende la derecha con estas tácticas? Estas, como es sabido, no existen en el
vacío sino que siempre se articulan en una estrategia de más largo alcance. En
este caso, encaminada a socavar el respaldo de los sectores populares al
gobierno aislándolo de su base tradicional de apoyo y facilitando sus planes
desestabilizadores, en cualquiera de sus
dos
variantes: (a) “calentamiento de la calle”, tumultos, saqueos y golpe de estado
para “restaurar el orden” que supuestamente el gobierno bolivariano ya no puede
garantizar; o, (b) desgaste prolongado y destitución del gobierno vía referendo
revocatorio. Estrategia global que será tanto más exitosa cuanto más el
gobierno persista en el error de recoger el guante astutamente arrojado por los
sectores contrarrevolucionarios y acuda a librar combate en el terreno
mediático que le proponen sus enemigos.
En estos
días hemos visto al propio presidente Nicolás Maduro involucrarse en esas
batallas verbales –en la campaña y después- en respuesta a las insolentes
provocaciones de Henrique Capriles y sus compinches de adentro y de afuera. No
debería ser así, porque la delicada correlación de fuerzas que hoy existe en Venezuela
no se modificará en una dirección favorable al chavismo en virtud de la
eficacia discursiva del presidente, sus ministros o los líderes del PSUV sino
por la capacidad que demuestre el gobierno para
reorganizar
y reanimar a un pesado e ineficiente aparato estatal, hiperburocratizado y con
inocultables focos de corrupción. Sin ello, mal se podrán atacar los
principales problemas que abruman a la población venezolana y que provocaron la
deserción de una parte del electorado chavista: la carestía y demás aspectos
concernientes a la economía, como
el
desabastecimiento de productos esenciales, por ejemplo; los cortes de energía
eléctrica y la inseguridad ciudadana, entre otros.
Consciente
de ello, la derecha descarga un fárrago de ataques que, como en la guerra de
guerrillas, distraen sin pausa al ejército regular –en este caso el gobierno- y
le dificulta concentrarse en las tareas cruciales exigidas por la actual
coyuntura. Lo que la derecha desea es que éste se empantane en el estéril
terreno de la polémica y la discusión, impidiéndole de este modo destinar
personal y tiempo a diseñar e implementar eficaces políticas para resolver los
problemas que aquejan a la ciudadanía.
De lo
anterior se desprende que el gobierno del presidente Nicolás Maduro tiene que
lanzar una contra-ofensiva política, con centro en el terreno de las políticas
públicas, ignorando las provocaciones y los insultos que profieren los
personeros de la derecha y neutralizando de ese modo sus tácticas agresivas
que, conviene aclararlo, buscan ocultar
el carácter
reaccionario de su agenda con demagógicas y engañosas declaraciones en las
cuales manifiestan su voluntad de apropiarse de los “aspectos positivos” del
legado de Chávez.
Debe por eso
mismo concentrar todos sus recursos humanos e institucionales en la batalla
contra los problemas arriba mencionados, sin perder un minuto en yermos enfrentamientos
verbales que en ningún caso servirán para consolidar -y mucho menos ampliar- su
base de sustentación en la sociedad y en el electorado. Y tiene también que ser
consciente el gobierno bolivariano que, en esta coyuntura post-electoral, el
tiempo juega en su contra.
Que la
derecha intenta construir un clima de opinión que le abra un espacio para
ensayar su carta golpista, hipótesis de máxima, o que la faculte para exigir un
referendo revocatorio que podría tener lugar en unos tres años. Sabedor también
que si la gestión gubernamental no logra resolver, al menos parcialmente, los
problemas arriba mencionados la Revolución Bolivariana podría re-editar el
infortunio que le cupo al Sandinismo, que diez años después de su épica
victoria contra la tiranía de Anastasio Somoza (h) fue derrotado
inapelablemente en las urnas por una coalición restauradora promovida,
organizada y financiada –como hoy lo hace en la patria de Bolívar y Chávez- por
el imperialismo norteamericano.
Todavía se
está a tiempo para impedir en Venezuela tan infeliz desenlace, pero hay que
poner manos a la obra ya mismo y diseñar una nueva estrategia de reconstrucción
política que le permita al chavismo recuperar la iniciativa y pasar a la
ofensiva. Esto quiere decir, librar el combate contra la derecha en el terreno
que elija el gobierno y no en el preferido por la oposición: el malicioso
pantano de los medios. En relación a esto no podemos sino celebrar la reciente
creación de la “Misión Eficiencia o Nada”, concebida para velar por la correcta
administración de la cosa pública y luchar contra los focos de corrupción y
burocratización que carcomen desde dentro la vitalidad de la revolución.
Además, será
necesario que el presidente continúe con su acertada política de recuperar
nuevamente la calle, hoy disputada por la movilización de la derecha. Esto es,
acercarse más al pueblo, mejorar la comunicación con él, escuchar sus reclamos
y atender a sus demandas, actitudes indispensables para desbaratar la
estrategia de la “guerrilla
mediática”
seguida por la derecha. Siendo consciente, además, de que lo que Chávez podía
resolver gracias a su carismático liderazgo hoy debe ser resuelto mediante una
gestión estatal eficiente y socialmente incluyente, alejada de toda desviación
tecnocrática y capaz de producir resultados inmediatos. Una gestión, además, que
estreche los vínculos con los gobiernos locales y que cuente con un elenco de
idóneos servidores públicos capacitados para dar respuesta inmediata a los reclamos
de la sociedad.
En Ecuador,
por ejemplo, el Sistema Quipux es un servicio vía Internet que el Presidente
Rafael Correa instaló en todas las agencias gubernamentales para facilitar un
enlace directo con su oficina y la del vicepresidente, y que permite a su vez
que estos puedan monitorear en tiempo real la marcha de los diversos proyectos
del gobierno, conociendo su grado de avance y sus obstáculos de suerte tal de
poder tomar sin demora las medidas correctivas que sean pertinentes. Esto no es
una panacea pero, sin duda, va a facilitar el necesario, impostergable, salto
de calidad que tiene que producirse en la administración pública de la
Revolución Bolivariana para hacer frente a los inéditos desafíos del momento
actual.
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- Dr. Atilio
A. Boron, director del Programa Latinoamericano de
Educación a
Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires,
Argentina
www.atilioboron.com.ar
Twitter: http://twitter.com/atilioboron
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