LA MUERTE DE CHAVEZ: UN DOLOR INMENSO EN EL ALMA
LATINA
Hugo Adan, Marzo 6, 2013
Es de los que se van y aún están,
de los que viven aún si han muerto,
de los que caminaron mientras otros dormían
en busca de libertad y de justicia
no solo para su pueblo, para todos los Latinos.
Chavez fue de los que al caminar
le abrió nuevos rutas al
futuro incierto plagado de miserias, guerras y de dolor
eso que deja el imperio en su ida,
imperio que si se va para no regresar más.
Chavez vive y vivirá eternamente
en nosotros los excluidos y vejados.
Solo se fue para acompañarlo al Che
y con el regresará en todas y en cada batalla
de nuestros pueblos en movimiento.
Hugo Adan
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Aquí los dejo con un artículo de Atilio Boron
GLORIA AL BRAVO CHÁVEZ!
Atilio A. Boron. 06-03-2013
Rebelión http://www.rebelion.org/noticia.php?id=164801
Cuesta muchísimo asimilar la
dolorosa noticia del fallecimiento de Hugo Chávez Frías. No puede uno dejar de
maldecir el infortunio que priva a Nuestra América de uno de los pocos
“imprescindibles”, al decir de Bertolt Brecht, en la inconclusa lucha por
nuestra segunda y definitiva independencia. La historia dará su veredicto sobre
la tarea cumplida por Chávez, aunque no dudamos que será muy positivo. Más allá
de cualquier discusión que legítimamente puede darse al interior del campo
antiimperialista –no siempre lo suficientemente sabio como para distinguir con
claridad amigos y enemigos- hay que partir reconociendo que el líder
bolivariano dio vuelta una página en la historia venezolana y, ¿por qué no?,
latinoamericana.
Desde hoy se hablará de una
Venezuela y Latinoamérica anterior y de otra posterior a Chávez, y no sería
temerario conjeturar que los cambios que impulsó y protagonizó como muy pocos
en nuestra historia llevan el sello de la irreversibilidad. Los resultados de
las recientes elecciones venezolanas –reflejos de la maduración de la
conciencia política de un pueblo- otorgan sustento a este pronóstico. Se puede
desandar el camino de las nacionalizaciones y privatizar a las empresas
públicas, pero es infinitamente más difícil lograr que un pueblo que adquirió
conciencia de su libertad retroceda hasta instalarse nuevamente en la sumisión.
En su dimensión continental, Chávez fue el protagonista principal de la derrota
del más ambicioso proyecto del imperio para América Latina: el ALCA. Esto
bastaría para instalarlo en la galería de los grandes patriotas de Nuestra
América. Pero hizo mucho más.
Este líder popular, representante genuino de su pueblo con quien se comunicaba como nunca ningún gobernante antes lo había hecho, sentía ya de joven un visceral repudio por la oligarquía y el imperialismo. Ese sentimiento fue luego evolucionando hasta plasmarse en un proyecto racional: el socialismo bolivariano, o del siglo veintiuno. Fue Chávez quien, en medio de la noche neoliberal, reinstaló en el debate público latinoamericano -y en gran medida internacional- la actualidad del socialismo. Más que eso, la necesidad del socialismo como única alternativa real, no ilusoria, ante la inexorable descomposición del capitalismo, denunciando las falacias de las políticas que procuran solucionar su crisis integral y sistémica preservando los parámetros fundamentales de un orden económico-social históricamente desahuciado.
Como recordábamos más arriba, fue también Chávez el mariscal de campo que permitió propinarle al imperialismo la histórica derrota del ALCA en Mar del Plata, en Noviembre del 2005. Si Fidel fue el estratega general de esta larga batalla, la concreción de esta victoria habría sido imposible sin el protagonismo del líder bolivariano, cuya elocuencia persuasiva precipitó la adhesión del anfitrión de la Cumbre de Presidentes de las Américas, Néstor Kirchner; de Luiz Inacio “Lula” da Silva; y de la mayoría de los jefes de estado allí presentes, al principio poco propensos –cuando no abiertamente opuestos- a desairar al emperador en sus propias barbas. ¿Quién si no Chávez podría haber volcado aquella situación? El certero instinto de los imperialistas explica la implacable campaña que Washington lanzara en su contra desde los inicios de su gestión. Cruzada que, ratificando una deplorable constante histórica, contó con la colaboración del infantilismo ultraizquierdista que desde dentro y fuera de Venezuela se colocó objetivamente al servicio del imperio y la reacción.
Por eso su muerte deja un hueco difícil, si no imposible, de llenar. A su excepcional estatura como líder de masas se le unía la clarividencia de quien, como muy pocos, supo descifrar y actuar inteligentemente en el complejo entramado geopolítico del imperio que pretende perpetuar la subordinación de América Latina. Supeditación que sólo podía combatirse afianzando –en línea con las ideas de Bolívar, San Martín, Artigas, Alfaro, Morazán, Martí y, más recientemente, el Che y Fidel- la unión de los pueblos de América Latina y el Caribe. Fuerza desatada de la naturaleza, Chávez “reformateó” la agenda de los gobiernos, partidos y movimientos sociales de la región con un interminable torrente de iniciativas y propuestas integracionistas: desde el ALBA hasta Telesur; desde Petrocaribe hasta el Banco del Sur; desde la UNASUR y el Consejo Sudamericano de Defensa hasta la CELAC. Iniciativas todas que comparten un indeleble código genético: su ferviente e inclaudicable antiimperialismo.
Chávez ya no estará entre nosotros, irradiando esa desbordante cordialidad; ese filoso y fulminante sentido del humor que desarmaba los acartonamientos del protocolo; esa generosidad y altruismo que lo hacían tan querible. Martiano hasta la médula, sabía que tal como lo dijera el Apóstol cubano, para ser libres había que ser cultos. Por eso su curiosidad intelectual no tenía límites. En una época en la que casi ningún jefe de estado lee nada -¿qué leían sus detractores Bush, Aznar, Berlusconi, Menem, Fox, Fujimori?- Chávez era el lector que todo autor querría para sus libros. Leía a todas horas, a pesar de las pesadas obligaciones que le imponían sus responsabilidades de gobierno. Y leía con pasión, pertrechado con sus lápices, bolígrafos y resaltadores de diversos colores con los que marcaba y anotaba los pasajes más interesantes, las citas más llamativas, los argumentos más profundos del libro que estaba leyendo.
Este hombre extraordinario, que me honró con su entrañable amistad, ha partido para siempre. Pero nos dejó un legado inmenso, imborrable, y los pueblos de Nuestra América inspirados por su ejemplo seguirán transitando por la senda que conduce hacia nuestra segunda y definitiva independencia. Ocurrirá con él lo que con el Che: su muerte, lejos de borrarlo de la escena política agigantará su presencia y su gravitación en las luchas de nuestros pueblos. Por una de esas paradojas que la historia reserva sólo para los grandes, su muerte lo convierte en un personaje inmortal. Parafraseando al himno nacional venezolano: ¡Gloria al bravo Chávez! ¡Hasta la victoria, siempre, Comandante!
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