SNOWDEN: «ESTADOS UNIDOS NO
TEME A LOS INFORMANTES, SINO A UNA SOCIEDAD INFORMADA»
Red Voltaire | Moscú (Rusia) | 2 de
julio de 2013
http://www.voltairenet.org/article179236.html
Carta de Snowden a la opinión pública mundial. Ver
video
"Hace una semana hui de Hong Kong después de que quedara claro que mi libertad y mi seguridad estaban amenazadas por haber revelado la verdad. Mi libertad se ha mantenido debido a los esfuerzos de mis nuevos y viejos amigos, familiares y otras personas, a las cuales nunca he conocido y probablemente nunca conoceré. Les confié mi vida y ellos confiaron en mí, algo por lo que siempre les estaré agradecido.
El jueves el presidente Obama declaró ante todo el mundo que no iba a permitir que ningún diplomático "entrara en tejes y manejes" sobre mi caso. Sin embargo, ahora se ha reportado que después de haber prometido no hacerlo, el presidente ordenó a su vicepresidente presionar a los líderes de las naciones en las que he solicitado protección para que negaran mis peticiones de asilo.
Este tipo de engaño de un líder mundial no es justa, tampoco es un castigo ilegal de expatriación. Estas son las antiguas malas herramientas de la agresión política. Su propósito es asustar y no a mí, sino a los que quieren venir a reemplazarme.
Durante décadas, Estados Unidos ha sido uno de los más fuertes defensores del derecho humano a solicitar asilo. Lamentablemente este derecho, diseñado y aprobado por Estados Unidos en el artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, está siendo rechazado por el actual Gobierno de mi país. La administración Obama ha adoptado la estrategia de utilizar la nacionalidad como arma.
Aunque no se me acusa de nada, se ha revocado unilateralmente mi pasaporte, convirtiéndome en un apátrida sin ningún tipo de orden judicial, y la administración pretende ahora privarme de un derecho fundamental. Un derecho que pertenece a todo el mundo: El derecho a solicitar asilo.
Al final, el Gobierno de Obama no teme a los informantes como yo, Bradley Manning o Thomas Drake. Somos apátridas, encarcelados o impotentes. No, la Administración Obama no tiene miedo de uno. Tiene miedo de una sociedad informada, enojada que exige el Gobierno constitucional que le fue prometido y que debería tener.
Soy firme en mis convicciones y estoy impresionado por los esfuerzos que han emprendido muchos.
Edward Joseph Snowden, Lunes 1 de julio de 2013"
ANEXO: la Administración Obama no tiene miedo de uno. Tiene miedo de una sociedad informada
Primera
parte: el rol de la prensa
«GUERRA Y MENTIRA» EL CONTROL POLÍTICO Y MILITAR DE NUESTRAS SOCIEDADES
por Giulietto Chiesa
Nuestra
sociedad planetaria vive un cambio histórico sin precedentes. El control del
sistema informativo masivo mundial por una elite muy poderosa. La mentira y la
guerra son sus principales artimañas para llevarnos adonde no queremos ir. El
control del pensamiento y de la opinión mediante la información mediática es su
estrategia. El experimentado periodista italiano Giulietto Chiesa y actual
eurodiputado nos explica como funciona esta maquinaria.
Socios |
Roma (Italia) | 15 de enero de 2008
El siguiente texto fue concebido durante una conferencia que fue realizada en el Círculo de Ágora de Pisa, el 21 de marzo 2002; ha sido corregido y actualizado por el autor en agosto 2003. Publicación inédita en castellano.
Ver segunda parte. http://www.voltairenet.org/article154346.html
Ver tercera y última parte. http://www.voltairenet.org/article154347.html
1. Comunicación y democracia
Son pocas
las personas capaces de esbozar un cuadro de la situación actual del planeta.
Pero eso no quiere decir que no haya nadie que vea dicha situación. Aquellos
que disponen de información tienen más oportunidades de ver el presente, y
también una parte nada desdeñable del futuro.
De todos
modos, es cierto que la gran mayoría de la población, incluyendo a quienes
toman decisiones y tienen cierto poder, no disponen de dichas informaciones.
¿Por qué? Porque vivimos en un sistema de comunicación, y no sólo de
información, que no da noticia del mundo en que vivimos, que incluso nos
proporciona una imagen completamente falseada y nos impide ver qué ocurre.
Pongamos un
ejemplo. En Italia hemos conocido todos los detalles del crimen de Cogne [1], el de aquella madre que
posiblemente mató a su hijo.
Fue el tema principal de la prensa escrita, de los telediarios, de los programas de cotilleo [en Italia] y de debates televisados. En fin, ha sido el acontecimiento más comentado, analizado y discutido por los medios de información durante los primeros meses del año 2002, y como resultado, también por el público.
Fue el tema principal de la prensa escrita, de los telediarios, de los programas de cotilleo [en Italia] y de debates televisados. En fin, ha sido el acontecimiento más comentado, analizado y discutido por los medios de información durante los primeros meses del año 2002, y como resultado, también por el público.
¿Qué hay en
juego en este tema? ¿Tiene alguna influencia sobre la «conciencia» colectiva?
Sin duda alguna ejerce una fuerte influencia en numerosos aspectos. Pero lo que
está en juego salta a la vista inmediatamente: al ocupar las primeras páginas
de la prensa durante todo un mes, la madre de Cogne (en esto, inocente) ha
eclipsado el resto del planeta. El mundo entero ha desaparecido bajo ese
sudario, incluidos los bombardeos estratégicos estadounidenses que ametrallaban
por entonces los valles de Afganistán.
Casos de ese
tipo, incluso más sorprendentes todavía, son innumerables. Pongamos otro
ejemplo para ilustrar el hecho de que todo el sistema de comunicación e
información por completo está construido y funciona para burlarse de todos
nosotros y llevarnos adonde «ellos» quieren.
A mediados de noviembre, cuando los tadjik llegaron a Kabul y la «conquistaron», la prensa escrita y los telediarios italianos más importantes (y también los menos importantes), la Repubblica, la Stampa, el Corriere della Sera, [los telediarios] Telegiornale1, Tg2, Tg3, Tg4, Tg5, Tg6 y Tg7 nos informaron de que las mujeres afganas se habían quitado «por fin» el burka y que los hombres se habían afeitado «por fin» las barbas.
A mediados de noviembre, cuando los tadjik llegaron a Kabul y la «conquistaron», la prensa escrita y los telediarios italianos más importantes (y también los menos importantes), la Repubblica, la Stampa, el Corriere della Sera, [los telediarios] Telegiornale1, Tg2, Tg3, Tg4, Tg5, Tg6 y Tg7 nos informaron de que las mujeres afganas se habían quitado «por fin» el burka y que los hombres se habían afeitado «por fin» las barbas.
Ahora, ya lo
sabemos, esas noticias eran falsas; pero con eso no queda todo dicho. Tampoco
basta con decir que los que las escribían, las enunciaban y las publicaban
tendrían que haber sabido que se trataba de noticias falsas. Yo también soy
periodista y me ha ocurrido haber dado una información errónea, llegar
demasiado tarde a un hecho, proporcionar una interpretación falsa, pero eso
ocurre una vez y le ocurre a una sola persona.
¿Es posible
que el conjunto de los periódicos y los medios de comunicación de masas nos
hayan dado por casualidad, por negligencia, por incomprensión, durante semanas
enteras, dos noticias completamente falsas? No puede haber sido un error.
Los directores de todos los periódicos y los telediarios han movilizado a sus mejores editorialistas para que nos cuenten esas dos patrañas durante semanas enteras.
Los directores de todos los periódicos y los telediarios han movilizado a sus mejores editorialistas para que nos cuenten esas dos patrañas durante semanas enteras.
No es una
casualidad. Es tan sólo la demostración más notoria de que el sistema de
comunicación en su conjunto no funciona sobre la base de la verdad y de la
información correcta, sino con el objetivo de difundir noticias que
proporcionan una cierta interpretación de la realidad o de disimular ciertas
partes de la realidad en beneficio de otras que hacen mejor servicio a los
mecanismos de la dominación y que son más cómodas de contar.
Se podría
argüir que siempre ha sido así. Pues bien, yo digo que no ha sido siempre así.
Lo que ocurre hoy día en este terreno es muy, muy diferente de lo que ocurría
en el pasado. Actualmente vivimos una nueva época histórica, nos encontramos en
un viraje decisivo de la historia. Eso no ocurre a menudo. A menudo sucede que
durante largos periodos de tiempo no hay grandes cambios estructurales. En
primer lugar, es esencial entender esto. Y entender, en segundo lugar, que la
comunicación y la información constituyen los instrumentos decisivos de esta mutación
estructural histórica, constituyen los cimientos, la base.
Sin esta
base, este cambio no hubiera tenido, y no tendría, tanta importancia histórica.
Es importante entender todo esto, porque o bien somos capaces de hacerlo (y
entonces podríamos defendernos), o bien no somos capaces, y entonces estaríamos
vencidos.
Por otra
parte, como dichos procesos se desarrollan tan rápidamente, hay que comprender
rápido, por así decirlo. El tema de la comunicación, y el de la democracia en
la comunicación, se ha vuelto esencial para cualquier lucha que intente
defender la democracia de nuestro país. O
somos capaz de tratarlo, o perderemos la democracia.
Una
comunicación indecente (es decir, desprovista de valor intelectual, de
decencia, de cultura) y manipulada (es decir, engañosa, bajo las múltiples
formas que pueden inducir al error a aquellos que la reciben) priva a la
población de medios intelectuales para defenderse. Un país no se puede
considerar una democracia si una gran mayoría de su población está sometida a
una comunicación manipulada y a una información fundamentalmente falsa.
El cuadro
que tenemos ante nuestros ojos nos muestra que están a punto de robarnos la
democracia, aunque no nos impidan ir a votar. Mejor; así seguiremos yendo a
votar sin darnos cuenta (u olvidando) que el ejercicio de la democracia es algo
muy distinto del ejercicio del voto. Este último no es más que una parte
necesaria, pero no suficiente, para que se pueda calificar a una sociedad de
«democrática».
Pero es
evidente que el ejercicio del voto pierde todo su sentido y se convierte en un
procedimiento puramente formal si los votantes ya no están cualificados para
elegir, para ver la diferencia entre las variantes, entre los programas, entre
las opciones. Y la información es lo que nos permite saber qué nos conviene
elegir.
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El
eurodiputado y periodista Giulietto Chiesa en una
conferencia de prensa sobre su libro «Guerra y Mentira» y como invitado del
Club Suizo de Prensa. Ginebra, 17 de febrero de 2005.
Foto Humberto Salgado / para la agencia peruana IPI.
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Foto Humberto Salgado / para la agencia peruana IPI.
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2. El 11 de septiembre y el fin de la soberanía
nacional
Respecto al
11 de septiembre, resumiré la situación del la siguiente forma: nunca conoceremos
la verdad sobre el 11 de septiembre. No la conoceremos a lo largo de los
próximos cien años, como dice Noam Chomsky.
Pero de lo
que podemos estar seguros por ahora, sin el menor riesgo de error, es de que la
versión que nos han proporcionado es falsa. Incluso lo podemos demostrar. He
reunido toda la información posible, y no ha sido fácil. No por que hubiera
poca, al contrario, había mucha. Pero se encontraba enmarañada con un montón de
estupideces e incoherencias tan numerosas como manifiestas. Tenía que
desenmarañar el enredo de contradicciones antes de establecer unas
circunstancias más bien simples.
Así fue cómo
llegué a la conclusión de que el 11 de septiembre tiene causas y orígenes muy,
muy diferentes a las que conocemos, las que conocéis, y que el Enemigo, el
Satanás del que todos debemos protegernos no es Osama Bin Laden.
Para ser más exactos, no es sólo Osama Bin Laden.
Para ser más exactos, no es sólo Osama Bin Laden.
Este último
probablemente haya participado en la operación, o bien estaba informado de
algún modo, directa o indirectamente. En todo caso, no lo hizo solo, no desde
la gruta afgana donde se encontraba confinado, no como protagonista, sino,
eventualmente, como personaje secundario. Todo lo que se ha podido reunir para
encontrar una explicación indica que el enemigo no es el Islam, sino algo más
complejo, tan complejo que es difícilmente explicable a los millones de
individuos que están obligados a sufrir las consecuencias y que no lo podrán
comprender jamás [2].
Un fenómeno
típico en las operaciones de terrorismo de estado es su carácter complejo y la
multiplicidad de los personajes que actúan unos a espaldas de otros pero como concertados,
unidos por mil hilos y al mismo tiempo condicionados por unas estrategias que
sólo unas cuantas personas en la cumbre conocen integralmente. Mientras que,
por debajo de ellos, los subalternos empleados en distintos niveles tienen una
idea parcial, y en el nivel más bajo, los ejecutantes lo ignoran todo respecto
a los propósitos de quienes los dominan y dirigen, pero han sido convencidos de
antemano de actuar por el interés exclusivo de la causa a la que sirven.
Explicar,
desvelar todos los pasajes, toda la pirámide, es imposible en pocas palabras.
Pero es la emoción lo que vuelve más difícil todavía hacer un análisis
imparcial. Emoción alimentada por explotar y magnificar el dolor y el miedo
reales. Emoción nutrida por la agresividad que se desencadena contra todos
aquellos que intentan discernir lo verdadero de lo falso y a quienes acusan de
blasfemos por no doblegarse a la versión oficial: la más “evidente”, la más
“lógica”, la más “simple”, pero no por eso la más verdadera.
Nos han
anunciado el comienzo de una guerra que se prolongaría durante toda una
generación. Lo ha dicho Dick Cheney, lo ha dicho Donald Rumsfeld, lo ha
declarado George Bush. Y cuando los escuché pronunciar esas frases, sentí un
estremecimiento de inquietud:
¡Pero qué
diablos! ¿Han perdido la cabeza? Nos están diciendo que moriremos todos en
tiempo de guerra o moriremos todos en estado de guerra. Pero, ¿dónde están
mirando estos señores? ¿En una bola de cristal? ¿Puede creerse alguien que para
vencer a Osama Bin Laden haga falta una guerra que dure toda una generación?
¿Habéis oído alguna vez a un mando militar llamar a su pueblo a las armas
anunciando previamente que no podrá poner fin a la guerra durante los treinta
años siguientes?
Al inicio,
esta guerra fue llamada “Justicia Infinita”. Daos cuenta de que los atributos
infinitos sólo pertenecen a Dios. Así que nos enfrentamos a discursos
religiosos, no políticos. Por lo que parece, estos señores piensan (o nos
quieren hacer creer que piensan) que están investidos de una misión moral, de
un magisterio religioso.
Aquello no
fue un error, fue un lapsus. No sé cuál de las dos cosas es peor: ese lapsus o
el anuncio en paralelo, repetido obsesivamente, de que la guerra iba a durar
“toda una generación”. ¿Y para qué? ¿Contra quién? ¿Para qué se están
preparando? ¿Por qué quieren aterrorizarnos? Como pienso que no están locos, ni
borrachos, no puedo pensar otra cosa sino que están hablando en serio.
Los hechos
lo confirman. Veo al presidente de los Estados Unidos (a quien a partir de ahora
llamaré «Emperador sustituto»), quien a mediados de noviembre de 2001 emite un
decreto anunciando: que el presidente de los Estados Unidos de América,
basándose en informaciones transmitidas por sus servicios secretos, instituye
tribunales militares secretos; que éstos podrán juzgar (sin obligación de
presentar pruebas al acusado, y menos aún al público) a ciudadanos extranjeros
capturados en cualquier lugar, incluso fuera de los Estados Unidos, que serán
juzgados en cualquier lugar, incluso fuera de los Estados Unidos, sin tener
derecho a elegir un abogado defensor; en fin, que podrán ser condenados sin
apelación a la pena de muerte por el voto de dos jueces militares
estadounidenses de los tres que constituyen dicho tribunal especial.
Yo leo los
periódicos estadounidenses y reflexiono [3]. ¿Qué se le pasa al Emperador por
la cabeza cuando promulga un decreto de ese tipo que significa, pura y
simplemente, el fin de toda legalidad internacional salvo la del Emperador?
Significa que se acabó nuestra soberanía, la soberanía de Italia, de Francia,
de Alemania, de Pakistán, de Irak, de quien sea. En otras palabras: hemos
perdido nuestra soberanía.
3. El enemigo chino
Si a alguien
la cabe la duda de que allí, en Washington, estén de broma, que no se haga
ilusiones. Intentaré ahora mostraros el cuadro que se me presenta en toda su
evidencia mientras trabajaba en la redacción del libro La Guerra Infinita [4]. Hasta el momento no he encontrado
a nadie que haya podido dar una reconstrucción, una interpretación a la medida
de desmentir mi tesis o de refutar sus aspectos de fondo. Empecemos con una
pregunta esencial. ¿Quién provoca un escándalo por atreverse a poner en
cuestión lo que los bienpensantes consideran como adquirido? ¿Quién es el
enemigo?
A finales
del año 2002, el Pentágono difundió un documento que llevaba una firma muy
importante, la de Donald Rumsfeld [5]. En 2002, Donald Rumsfeld no era
todavía ministro de defensa, pero es importante no perder de vista el hecho de
que desde finales de 2002 el Pentágono calculaba que en 2017 el enemigo principal
de Estados Unidos sería China. Se puede preguntar, ¿por qué en 2017
precisamente?
Respuesta:
porque es el resultado de los cálculos y las extrapolaciones efectuados por los
centros de investigación militar. Basta con introducir en el ordenador, como
seguramente lo habrán hecho los analistas del Pentágono, los datos de
tendencias demográficas, económicas, tecnológicas y militares de China para
constatar que si el crecimiento de China prosigue al ritmo actual de 7-8% de su
producto interior bruto como media anual (como lleva haciendo durante unas dos
décadas), hacia 2017 mil trescientos millones de individuos comenzarán a
consumir “demasiado”. Es decir, que comenzarán a comer tanto pan como nosotros,
a beber tanta agua como nosotros, a poseer tantos coches como nosotros y a
consumir tanta gasolina como nosotros.
Y nosotros,
los ricos (incluso si nosotros no somos todos ricos y simplemente nos hemos
aprovechado de las migajas que han caído de la mesa de los ricos), que no somos
más que mil millones de individuos, ya hemos dañado gravemente la naturaleza
que nos rodea por el tipo de consumición que vamos arrastrando. Imaginémonos un
poco lo que ocurrirá cuando mil trescientos millones de personas adicionales
hagan su aparición en la economía de mercado para consumir con las mismas
pretensiones de derroche que nosotros. Es evidente que no habrá sitio para
ellos y para nosotros, a no ser que destruyamos el fundamento mismo de la vida
sobre el planeta.
Además, ya
en el día de hoy, un solo país puede tomar decisiones sin pedirle permiso a los
Estados Unidos y a su presidente; ese país se llama República Popular de China.
Para evitar malentendidos, hago la precisión de que no estoy emitiendo ningún
juicio de valor sobre el régimen político y social que dirige China en este
momento. Me limito a constatar los efectos actuales y potenciales de su
desarrollo. Y si las cosas se encuentran así, no se puede eludir una pregunta:
¿quién decidirá lo que tiene derecho a consumir China? ¿Y les autorizarán a
consumir tanto como nosotros?
4. La guerra de los ricos
Hay una
enorme tensión social en el mundo, que ha crecido más allá de todo límite
precedente, entre ricos y pobres. El número de ricos se restringe, mientras se
vuelven más y más ricos, y el número de pobres aumenta, mientras se vuelven más
y más pobres. Esto representa el primer elástico, un elástico terrible que
durante los últimos veinte años se ha tendido más allá de lo soportable.
La
diferencia entre la quinta parte de la población más rica y la de la población
más pobre se ha multiplicado por cuatro puntos y medio durante los últimos
veinte años. Una quinta parte sería el 20% de la población más rica y la otra
quinta parte, el 20 % más pobre. Cuatro puntos y medio por año. Es decir, que
la globalización estadounidense (la llamo así porque han sido los Estados
Unidos quienes han determinado esta fase de una manera absolutamente
predominante) ha producido una acumulación monstruosa de riqueza a manos de una
cantidad ínfima de personas.
De todos
modos, esto sólo representa una parte del problema. Hay una segunda parte mucho
más importante. Es el hecho de que hemos llegado hoy día a los límites del
desarrollo. Eso tampoco había ocurrido nunca antes. Hemos conocido un siglo y
medio de desarrollo (capitalista y no capitalista) que ha tenido un fuerte
crecimiento en el norte del planeta y un crecimiento débil o inexistente en el
sur.
Sabemos el
modo en que se ha desarrollado la humanidad y lo observamos de forma distraída.
Pero es nuestra vida cotidiana la que nos tendría que hacer reaccionar. En
efecto, en la historia de la humanidad nunca había ocurrido que los hombres
modificaran su entorno. Nosotros hemos llegado justo a ese estado. Aquí no
podemos analizar todas las causas. Una vez más, me limito a constatar hechos.
El límite, el techo de este desarrollo nuestro, a penas está por encima de
nuestras cabezas; si nos ponemos de puntillas, rozamos el techo.
En todo el
Occidente ya estamos obligados a cerrar nuestras ciudades porque no podemos
respirar. Y ahora mismo, mientras hablamos, hay mil millones de hombres que no
tienen agua para beber. Los cálculos indican que dentro de diez años habrá dos
mil quinientos millones de hombres que no tendrán agua para beber. La
alimentación de tres de los seis mil millones de habitantes del planeta ya es
un problema.
Hoy día.
¿Qué ocurrirá entonces cuando los mil trescientos millones de consumidores a
los que aludíamos antes entren en escena? A esas personas que querrán consumir
tanto como nosotros, ¿cómo se lo podremos negar? ¿Y a los otros tres mil
millones de personas que viven con un dólar al día? ¿Y a los millones de niños
que mueren de hambre? ¿Cómo les explicaremos que no tienen
derecho?
¿Y qué
presidente de los Estados Unidos se levantará un buen día y explicará a los
doscientos cincuenta millones de estadounidenses:
«Queridos ciudadanos, no podemos seguir así. Tenemos que cambiar este sistema de vida, debemos concertar con el resto del monde algún medio para sobrevivir, tenemos que determinar con ellos nuestros niveles de consumición, nuestra calidad de vida»?
«Queridos ciudadanos, no podemos seguir así. Tenemos que cambiar este sistema de vida, debemos concertar con el resto del monde algún medio para sobrevivir, tenemos que determinar con ellos nuestros niveles de consumición, nuestra calidad de vida»?
Eso supone
sentarse todos juntos a la mesa (los representantes de Occidente, de Europa, de
América, de China, de la India, del mundo árabe, todos juntos), sacarse las
pistolas de los bolsillos y dejarlas a un lado. Supone que comencemos a
conversar de igual a igual, honestamente, sobre el modo en que tenemos que
vivir, salvar nuestro planeta, evitar poner en peligro nuestros glaciares,
nuestros recursos; que nos pongamos a pensar en el futuro de nuestros hijos y
de las generaciones por venir.
Es una de las posibilidades.
Desgraciadamente, no es la más probable.
¿Cuál es la alternativa?
La guerra. Por eso vamos a la guerra.
¿Cuál es la alternativa?
La guerra. Por eso vamos a la guerra.
Vamos a la
guerra porque el grupo que dirige los Estados Unidos y todos los grupos dirigentes
occidentales son incapaces de decir la verdad sobre la situación actual del
mundo. Estos hombres no tienen ni las herramientas culturales, ni la intención
de hacerlo. Quizá sea una tarea demasiado grande, demasiado difícil, incluso
peligrosa, ya que si un presidente de los Estados Unidos se alzara para decir
cosas de este tipo, es probable que lo mataran al día siguiente.
Existen
poderes igualmente fuertes que obtusos, cuyo único interés es seguir así, como
siempre lo han hecho, con la cabeza gacha, en busca de su propio provecho.
Pero hay que reconocer que en este asunto tampoco existe una alternativa cultural de peso.
Pero hay que reconocer que en este asunto tampoco existe una alternativa cultural de peso.
El aspecto
esencial es que no se trata sólo de una lucha entre los ricos y los pobres del
mundo. Nos enfrentamos a una lucha completamente inédita que no puede
contrastarse más con las viejas teorías del imperialismo, sino en términos más
bien de supervivencia pura y simple del ser humano.
Habréis
entendido que nos encontramos justo en la meollo de un viraje decisivo en la
historia. Y sólo la complejidad de este terrible viraje puede explicar que el
presidente de los Estados Unidos nos haya anunciado que entramos en una guerra
muy larga, tan larga que durará una generación entera, incluso más. Es la
guerra de los ricos contra los demás. Quieren llevarnos a esta guerra porque
creen que saldrán victoriosos; no han sabido entender que ni siquiera los ricos
resultarán vencedores. Una guerra sin vencedores.
Y yo os
pregunto y me pregunto: ¿qué podemos hacer nosotros para no entrar en esta
guerra? Personalmente no le veo sentido a ir a hacerse quemar, y menos aún, ir
a hacerse quemar sin razón alguna. Porque precisamente no estoy convencido en
absoluto de que esta guerra (una guerra que implica la matanza de cientos de
millones de hombres) sea de ninguna utilidad para el destino de la raza humana.
Y no nos ayudará tampoco a salvaguardar los valores occidentales de los que,
puestos por escrito, estamos tan orgullosos.
(Ver partes
siguientes de esta publicación en los enlaces arriba .)
VER
TAMBIEN:
El precio de la verdad por Thierry Meyssan. Red Voltaire | Beirut (Líbano) |
1ro de julio de 2013http://www.voltairenet.org/article179218.html
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